La Felicidad de la Inclusión



Era un hermoso día en la escuela del Paraíso Verde, donde todos los sapitos, con sus pieles brillantes y saltitos alegres, tenían ganas de aprender. Cada mañana, el director, el sapito Don Salto, les decía a sus alumnos: "¡Hoy vamos a descubrir algo nuevo!". Pero había un pequeño sapito, llamado Lilo, que siempre se sentía diferente. Lilo tenía una voz muy suave y a menudo se sentía excluido de los juegos.

Un día, mientras todos jugaban a la pelota, Lilo se acercó y dijo tímidamente: "¿Puedo jugar con ustedes?". Pero los otros sapitos, sin querer, lo ignoraron y siguieron con su partido. Lilo, triste, se sentó solo bajo un gran nenúfar, mientras contemplaba cómo todos se divertían.

La maestra Rana Clara, al ver a Lilo apartado, se acercó y preguntó: "¿Por qué te veo tan solito, querido Lilo?". Lilo respondió: "Quiero jugar, pero no me invitan". La maestra, moviendo su cabeza con comprensión, le dijo: "A veces, es difícil notar a quienes son un poco diferentes, pero eso no significa que no deseen ser parte del grupo".

Decidida a ayudar, la maestra Clara propuso un juego diferente. "Hoy, vamos a jugar a ‘La Búsqueda del Tesoro’. Formaremos equipos y buscaremos cosas especiales en el estanque. Cada equipo tendrá que incluir a todos sus miembros y descubrir juntos el tesoro". Todos los sapitos se entusiasmaron.

Mientras se preparaban, la maestra explicó las reglas. "Cada equipo debe tener un representante que proponga ideas. Y en este caso, ¡encontremos a nuestros amigos que se sientan más solitarios!".

Lilo, que estaba escuchando cuidadosamente, sintió que esa podría ser su oportunidad. Se armó de valor y se acercó a un grupo de sapitos. "Yo puedo ayudar a encontrar el tesoro", dijo con timidez. Esta vez, sorprendentemente, uno de los sapitos, Tomi, respondió: "¡Claro! Vení, seamos un equipo". Lilo no podía creerlo, y con entusiasmo, se unió al grupo.

Mientras buscaban, Lilo comenzó a proponer ideas. "¿Y si buscamos entre las piedras? A veces se esconden tesoros allí". Los demás sapitos lo miraron y, aunque dudaron al principio, se dirigieron hacia las piedras. Después de un rato buscando juntos, ¡hallo un brillante y colorido caracol!"¡Miren, un tesoro!", exclamó Lilo. Todos aplaudieron emocionados.

El resto del grupo comprendió lo valioso que era incluir a Lilo. "¡Lilo, sos muy bueno encontrando tesoros! ¿Querés ser parte de nuestro grupo siempre?". Lilo se iluminó de felicidad y respondió saltando: "¡Sí, me encantaría!".

A partir de ese día, los sapitos aprendieron a hacer siempre espacio para todos en sus juegos y en sus vidas. Así, Lilo floreció como parte del grupo, y su sonrisa llenó de colores el Paraíso Verde. Periodicamente, los sapitos organizaban juegos que permitían que cada uno aportara algo especial a su manera. La alegría de aprender juntos se tradujo en días llenos de risas y camaradería.

La maestra Rana Clara, observando la transformación, sonrió y dijo: "Recuerden, amigos, cada uno tiene una chispa única que ilumina nuestro mundo. Lo importante es celebrar nuestras diferencias y aprender a incluir a todos". Así, con la llegada de cada nuevo día, la felicidad de la inclusión se convirtió en el mayor tesoro de todos, y el Paraíso Verde se volvió un sitio aún más especial para todos los sapitos que vivían allí.

FIN.

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