La felicidad de ser uno mismo


Había una vez, en un pequeño estanque rodeado de altos juncos y flores de nenúfar, vivía una rana llamada Ramón.

Aunque era feliz saltando de hoja en hoja y nadando entre las aguas cristalinas, siempre soñaba con ser algo más. Un día, mientras exploraba los alrededores del estanque, Ramón encontró una brillante varita mágica escondida entre los arbustos. Sin pensarlo dos veces, la tomó con sus patitas pegajosas y la agitó emocionado.

¡Puff! En un abrir y cerrar de ojos, la rana se transformó en un apuesto príncipe. Ramón estaba encantado con su nueva apariencia. Vestía ropas finas y llevaba una corona dorada en su cabeza.

Caminaba erguido y elegante por los pasillos del castillo real. Todos lo admiraban y le obedecían al instante. Pero pronto comenzó a darse cuenta de que ser príncipe no era tan divertido como imaginaba.

El príncipe Ramón descubrió que debía trabajar mucho para mantener el reino funcionando correctamente. Tenía que tomar decisiones difíciles sobre impuestos, resolver disputas entre sus súbditos e incluso lidiar con problemas políticos complicados. Además, tenía que asistir a interminables reuniones y eventos sociales donde debía comportarse siempre con etiqueta.

Un día, mientras paseaba por el jardín del palacio sintiéndose abrumado por todas sus responsabilidades, se encontró con una hermosa rana llamada Rosita. Ella saltaba felizmente entre las flores y parecía estar disfrutando de la vida en el estanque.

- ¡Hola, príncipe Ramón! - saludó alegremente Rosita-.

¿Qué te trae por aquí? El príncipe suspiró y le contó a Rosita cómo se había transformado en príncipe gracias a una varita mágica, pero que ahora se sentía atrapado y quería volver a ser una rana. - ¡Oh, entiendo perfectamente! - exclamó Rosita comprensiva-. A veces, las cosas que creemos que deseamos no son realmente lo que necesitamos.

Pero no te preocupes, conozco un viejo sapo sabio que vive en el bosque encantado. Seguro nos puede ayudar. Sin perder tiempo, los dos anfibios emprendieron su viaje hacia el bosque encantado. Después de mucho caminar y saltar entre árboles milenarios, finalmente encontraron al viejo sapo sabio.

- Querido viejo sapo sabio - dijo Ramón-, me he dado cuenta de que ser príncipe no es tan maravilloso como pensaba. Extraño mi vida simple como rana y quiero volver a serlo.

El viejo sapo sabio sonrió con bondad y asintió. - Mi querido príncipe Ramón, has aprendido una valiosa lección sobre la importancia de valorar lo que tienes. No necesitas ser un príncipe para encontrar la felicidad; la verdadera felicidad está dentro de ti mismo.

Con un movimiento lento pero seguro, el viejo sapo sabio tocó suavemente la cabeza del príncipe con su bastón mágico. ¡Puff! En un instante, Ramón volvió a ser una rana.

Lleno de alegría, Ramón saltó hacia el estanque y se sumergió en sus aguas frescas. A partir de ese momento, apreciaba cada salto y cada nado como nunca antes lo había hecho. Desde aquel día, el príncipe Ramón vivió felizmente como una rana en su estanque.

Comprendió que no necesitaba ser alguien más para encontrar la felicidad y que su vida simple pero llena de aventuras era realmente maravillosa.

Y así, con una sonrisa en su rostro y el corazón lleno de gratitud, la rana Ramón vivió feliz para siempre en su pequeño rincón del mundo.

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