La felicidad en lo cotidiano


Lucas se levantó temprano como todas las mañanas. Se estiró en su cama y bostezó antes de poner los pies en el suelo.

Miró por la ventana mientras se lavaba la cara y se cepillaba los dientes, el sol comenzaba a salir y las aves cantaban alegremente. Bajó a la cocina donde lo esperaba su desayuno: una taza de leche con cereales y una tostada con mermelada.

Mientras comía, repasaba mentalmente todo lo que debía hacer ese día. Terminado el desayuno, Lucas se vistió y salió rumbo al colegio. Tomó el ómnibus, encontrando un asiento vacío para sentarse. Al llegar a la escuela saludó a sus amigos y comenzaron las clases.

En matemáticas aprendieron sobre fracciones, en historia hablaron sobre la Revolución de Mayo, en educación física jugaron al básquetbol y así pasaron toda la mañana.

Llegada la hora del almuerzo, Lucas compró un sándwich de jamón y queso en el kiosco del colegio para comer junto a sus amigos. Charlaban animadamente mientras disfrutaban del sol en el patio. Después de almorzar volvieron a clases hasta que sonó el timbre anunciando que era hora de irse.

Lucas tomó su mochila y salió corriendo hacia casa. Al llegar sacó a pasear a su perro Luna por el parque cercano mientras pensaba qué comprar para cenar esa noche. Decidió hacer milanesas con puré de papas.

Fue al supermercado más cercano donde compró todo lo necesario para la cena y un par de golosinas para él y su hermano menor. De vuelta en casa comenzó a cocinar mientras escuchaba música.

Su hermano lo ayudó a preparar la mesa y juntos disfrutaron de una deliciosa cena. Terminada la cena, Lucas se duchó y se acostó temprano. Antes de dormir pensaba en todo lo que había aprendido ese día, en las cosas nuevas que había conocido y en cómo podía mejorar como persona.

Se durmió con una sonrisa en el rostro, sabiendo que al día siguiente habría nuevas aventuras por vivir.

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