La felicidad sobre ruedas



Santi era un niño muy curioso y creativo, siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse.

Un día, mientras veía a su hermana mayor bailar en Tik Tok, se le ocurrió una idea: ¿por qué no crear su propia cuenta y recibir muchos elogios? Emocionado por la idea, Santi le pidió a su mamá que lo ayudara a crear la cuenta. Después de unas cuantas configuraciones, finalmente tenía su propio perfil en Tik Tok.

Al principio todo parecía ir bien para Santi. Publicaba videos graciosos y recibía muchos "me gusta" y comentarios positivos. Pero pronto comenzó a obsesionarse con los números. - Mami, sólo tengo 5 seguidores -le dijo un día preocupado-.

No entiendo por qué nadie me sigue. - Bueno mi amor -respondió su mamá-, tal vez necesitas seguir publicando más videos para que la gente te conozca mejor. Santi siguió publicando más videos cada vez más elaborados y entretenidos.

Pero aún así, los seguidores no llegaban como él quería. Un día, mientras caminaba por el parque con sus amigos del jardín, se encontraron con un grupo de niños mayores que estaban practicando skateboarding. - ¡Guau! ¡Qué cool! -exclamó Santi admirado-.

Quiero aprender también. Los niños mayores les enseñaron algunos trucos básicos y Santi quedó fascinado con este nuevo deporte.

De repente se dio cuenta de algo importante: no necesitaba de las redes sociales para sentirse bien consigo mismo o ser admirado por otros. A partir de ese momento empezó a dedicar más tiempo al skateboarding y menos tiempo a las redes sociales.

Aprendió nuevas habilidades, se hizo nuevos amigos y descubrió que la felicidad no estaba en los "me gusta" de Tik Tok, sino en hacer lo que realmente le gustaba. Finalmente, Santi decidió cerrar su cuenta de Tik Tok para siempre. Ya no necesitaba elogios virtuales para sentirse bien consigo mismo.

Había encontrado algo mucho más valioso: su verdadera pasión por el skateboarding y la amistad sincera con sus compañeros del parque. Desde entonces, Santi seguía publicando videos divertidos en la red social pero ahora lo hacía por diversión y sin obsesionarse por los números.

Y así aprendió una gran lección: la verdadera felicidad está en hacer lo que te gusta y compartirlo con quienes te quieren de verdad.

FIN.

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