La feria de la aceptación


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, tres amigos inseparables: Teo, Clarita y Hernán. Juntos compartían risas, aventuras y sueños.

Eran muy diferentes entre sí, pero eso no les importaba porque se aceptaban tal como eran. Sin embargo, un día todo cambió cuando comenzaron las clases en la escuela Primaria Sol Naciente. Teo era el más alto de los tres, con anteojos y un gran amor por los libros.

Clarita era la más pequeña, pero siempre tenía una sonrisa en su rostro y adoraba pintar. Y Hernán era el más gordito del grupo, pero tenía un corazón enorme y era muy divertido.

Desde el primer día de clases, los compañeros de clase comenzaron a burlarse de ellos por ser diferentes. Los apodos crueles y las risas constantes hicieron que Teo se sintiera inseguro e incomprendido. Clarita lloraba todas las noches porque sus pinturas eran destrozadas por algunos niños malintencionados.

Y Hernán intentaba hacer chistes para ocultar su tristeza interior. Un día, mientras caminaban hacia la escuela con lágrimas en sus ojos, decidieron que ya era suficiente. No podían permitir que el bullying arruinara su amistad ni su felicidad.

- ¡Basta! - exclamó Teo con determinación -. No podemos dejar que nos lastimen así. - Tienes razón - dijo Clarita secándose las lágrimas -. Somos únicos y especiales cada uno a nuestra manera.

- Hagamos algo para detener esto - propuso Hernán con valentía -. Debemos enseñarles que ser diferentes no es algo malo. Juntos, los tres amigos idearon un plan.

Decidieron organizar una feria en el pueblo para mostrarle a todos que la diversidad y la amistad son valiosas. Querían demostrar que no importa cómo te veas o qué te guste hacer, lo importante es ser auténtico y respetar a los demás.

Con la ayuda de sus familias y otros vecinos del pueblo, construyeron puestos de juegos, exposiciones de arte y espectáculos musicales. Invitaron a todos los niños del colegio y repartieron volantes por todo el lugar.

El día de la feria llegó y Villa Esperanza se llenó de risas, música y alegría. Los compañeros de clase quedaron sorprendidos al ver cómo Teo, Clarita y Hernán brillaban con confianza en sí mismos.

La gente disfrutaba de las actividades propuestas por los amigos: podían jugar al fútbol con Teo, pintar murales gigantes junto a Clarita o reírse hasta llorar con los chistes de Hernán. Poco a poco, aquellos que antes se burlaban comenzaron a darse cuenta de su error.

Se dieron cuenta de que ser diferente no era motivo para hacer daño ni discriminar. Comenzaron a acercarse tímidamente hacia Teo, Clarita y Hernán para disculparse por su comportamiento pasado. - Lo siento mucho - dijo uno de ellos -. No sabía lo especial que eran ustedes.

- Todos somos únicos - respondió Teo -, pero eso no significa que debamos lastimarnos unos a otros. A partir de ese día, el bullying desapareció en el colegio. Los niños aprendieron a valorar la diversidad y a respetarse mutuamente.

Teo, Clarita y Hernán se convirtieron en referentes de amistad y tolerancia. Y así, gracias a su valentía y determinación para enfrentar el bullying, los amigos lograron cambiar la mentalidad de todo un pueblo.

Aprendieron que cada uno es especial a su manera y que juntos pueden superar cualquier obstáculo. Desde ese día, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde todos eran aceptados tal como eran, sin importar sus diferencias.

Y así, Teo, Clarita y Hernán vivieron felices rodeados del amor y respeto de todos sus compañeros.

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