La Feria de la Bondad



Había una vez en un reino muy lejano, una princesa llamada Violeta. Ella vivía en un hermoso castillo junto a su padre, el Rey Eduardo.

El rey era un hombre sabio y amable que se preocupaba mucho por el bienestar de su hija. Un día, mientras paseaban por los jardines del castillo, la princesa Violeta notó que su padre estaba triste. Ella se acercó a él y preguntó con curiosidad:- Papá, ¿qué te pasa? Te veo preocupado.

El Rey Eduardo suspiró y respondió:- Querida Violeta, estoy preocupado por nuestro reino. Hay muchas personas que están pasando dificultades y no sé cómo ayudarlas.

La princesa Violeta reflexionó durante unos segundos y luego dijo con determinación:- Papá, creo que podemos hacer algo para ayudar a nuestro pueblo. Podemos organizar una gran feria en el castillo y así todos podrán disfrutar de juegos, comida y diversión.

Además, podríamos recolectar alimentos y ropa para donar a quienes más lo necesitan. El Rey Eduardo sonrió orgulloso ante la idea de su hija y aceptó su propuesta. Así comenzaron los preparativos para la gran feria del castillo.

La princesa Violeta trabajaba incansablemente junto a su padre para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Invitaron a artistas callejeros, malabaristas e incluso trajeron animales exóticos para entretener al público.

Llegado el día de la feria, las puertas del castillo se abrieron de par en par y cientos de personas entraron emocionadas. Había juegos de destreza, carreras de caballos y hasta un espectáculo de acrobacias aéreas. Todos se divertían y disfrutaban del evento. Pero lo más importante era la zona solidaria que habían preparado.

Había mesas llenas de alimentos no perecederos, ropa y juguetes para donar. La princesa Violeta y su padre estaban encantados al ver cómo las personas colaboraban generosamente.

En medio de la feria, mientras la princesa Violeta ayudaba a servir comida en el comedor improvisado, una niña llamada Lucía se acercó tímidamente. - Princesa Violeta, ¿puedo hablar contigo? La princesa asintió con una sonrisa amable y le dijo:- Por supuesto, Lucía.

¿En qué puedo ayudarte? Lucía le contó que su familia estaba pasando por momentos difíciles y no tenían suficiente dinero para comprar comida. La princesa Violeta escuchó atentamente y luego le aseguró:- No te preocupes, Lucía. Hoy es un día especial en el castillo y nadie se quedará sin comer.

Permíteme mostrarte algo. Violeta llevó a Lucía hasta la zona solidaria donde había montañas de alimentos donados por los visitantes. Le dio una bolsita llena de comida fresca y nutritiva para que llevaran a su casa.

Lucía abrazó emocionada a la princesa Violeta y le dijo:- ¡Gracias! Ahora mi mamá podrá hacer una rica cena para todos nosotros. La feria continuó durante todo el día con risas, alegrías y muchísima diversión.

Al finalizar, el Rey Eduardo y la princesa Violeta se reunieron para hacer el recuento de todo lo recolectado. - Hija, gracias a tu idea y a la generosidad de nuestro pueblo, hemos logrado recolectar muchísimo alimento y ropa.

Estoy muy orgulloso de ti -dijo el rey con una sonrisa emocionada. La princesa Violeta sonrió feliz y le respondió:- Papá, cuando nos unimos y ayudamos a los demás, podemos hacer grandes cosas.

Aprendí que no importa cuán pequeño sea nuestro gesto, siempre puede marcar la diferencia en la vida de alguien más. Desde aquel día, el rey Eduardo y la princesa Violeta continuaron trabajando juntos para mejorar las condiciones de su reino. Siempre recordaron que cada pequeña acción solidaria podía cambiar vidas.

Y así fue como la historia de la princesa Violeta inspiró a todos en aquel reino a ser más generosos y compasivos con quienes los rodeaban.

FIN.

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