La feria de las culturas
Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchas familias con diferentes vivencias y culturas. En ese pueblo había una escuela donde asistían todos los niños del lugar.
Un día, la directora de la escuela convocó a los padres de familia para hablar sobre un proyecto muy especial que se llevaría a cabo en la institución.
La idea era organizar una feria cultural en la que cada familia pudiera compartir su cultura y tradiciones con el resto de los habitantes del pueblo. Los niños estaban emocionados por este proyecto, ya que tendrían la oportunidad de conocer más sobre las costumbres y comidas típicas de sus amigos.
Pero no todos los padres estaban contentos con la idea, algunos creían que sus costumbres no eran importantes o interesantes para los demás. La señorita Ana, maestra de segundo grado, notó que uno de sus alumnos, Juanito, estaba triste y preocupado por este tema.
Ella se acercó a él para preguntarle qué le pasaba. "Seño Ana, mi mamá dice que nuestra comida no es importante y nadie va querer probarla", dijo Juanito con lágrimas en los ojos.
"Juanito, eso no es verdad", respondió la maestra con una sonrisa reconfortante. "Todas las culturas son importantes y tienen algo valioso que compartir". Con estas palabras, Juanito recuperó su confianza y decidió involucrarse más en el proyecto junto con su familia.
Juntos prepararon empanadas argentinas rellenas de carne picada para ofrecer en la feria cultural. El día llegó y todos estaban emocionados por ver lo que cada familia había preparado. Había platos típicos de México, Perú, Italia y otros países.
Todos compartieron sus tradiciones y se divirtieron juntos. Cuando llegó el turno de Juanito y su familia, las empanadas argentinas fueron un éxito rotundo. Los demás niños las probaron con gusto y preguntaron cómo se hacían.
La mamá de Juanito explicó la receta y todos quedaron sorprendidos por lo deliciosas que eran. Después de la feria cultural, todos los padres estaban contentos por haber compartido algo importante de sus culturas con los demás habitantes del pueblo.
Los niños también aprendieron mucho sobre otras culturas y se dieron cuenta de que todas son importantes. Desde ese día en adelante, Villa Esperanza se convirtió en un lugar más unido donde cada uno valoraba la cultura del otro.
Y todo gracias a una simple idea: compartir nuestras tradiciones con los demás para aprender y crecer juntos como comunidad.
FIN.