La Feria de los Sentidos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, una gran feria de alimentación que se llevaba a cabo una vez al año. Todos los habitantes estaban emocionados, pero los más entusiastas eran un grupo de amigos: Luna, Mateo, Sofía y Benji.

Un día antes de la feria, los amigos se reunieron en la casa de Luna para planificar su visita.

"¡No puedo esperar a probar todas esas delicias!" - dijo Sofía, saltando de alegría.

"Y no solo eso, este año hay un concurso de cocina. ¡Vamos a participar!" - agregó Mateo, con una gran sonrisa.

"Pero... ¿qué vamos a preparar?" - se preguntó Benji, rascándose la cabeza.

Los amigos decidieron que harían empanadas de verduras, pero había un pequeño problema: ninguno sabía hacer masa. Entonces, pensaron en preguntar a su vecina Doña Estela, quien era famosa por su delicioso queso y empanadas.

Al día siguiente, justo cuando el sol comenzaba a calentar el pueblo, los amigos se acercaron a la casa de Doña Estela.

"¡Hola, Doña Estela! Queremos participar en el concurso de cocina de la feria, ¿podrías enseñarnos a hacer empanadas?" - dijo Luna, con la mejor de sus sonrisas.

Doña Estela, encantada, aceptó ayudarles.

"Por supuesto, pero primero, quiero que aprendan sobre los ingredientes. Cada uno tiene su propio sabor y poder. Vamos a la feria juntos y descubrirán más sobre cada uno. ¡Así será más divertido!"

El grupo entusiasmado se dirigió a la feria. Al llegar, el olor a café recién hecho y dulces frescos llenó el aire. La feria estaba repleta de colores, música y risas.

"¡Miren esas frutas!" - exclamó Benji.

"Paguemos un poco y probemos todas las frutas que podamos" - sugirió Mateo, mientras sus ojos brillaban.

Y así, se acercaron a un puesto lleno de frutas vibrantes.

"¿Qué fruta es esa?" - preguntó Sofía, señalando una fruta grande y espinosa.

"Esa es la chirimoya, su sabor es dulce y cremoso. ¡Prueben!" - dijo el vendedor.

Caminaron de un puesto a otro, aprendiendo sobre cada ingrediente. En otro puesto, un viejo músico tocaba una melodía alegre mientras la gente bailaba y se reía.

"La música también es importante para la comida. Cada gastronomía tiene su propia melodía, y eso hace la experiencia aun más bonita" - comentó Doña Estela, moviendo su cabeza al ritmo de la música.

Los amigos intentaron recordar todo lo que estaban aprendiendo.

Finalmente, luego de probar diferentes sabores y escuchar buena música, encontraron un puesto que vendía harina de maíz.

"¡Perfecto! Con esto podemos hacer la masa para nuestras empanadas, ¿no?" - dijo Mateo, emocionado.

"¡Sí! Ahora tenemos todo lo que necesitamos!" - agregó Sofía.

Pasaron la mañana disfrutando de la feria y aprendiendo sobre los sabores y sus historias, cuando, de repente, notaron que una nube oscura cubría el sol.

"¿Qué pasa?" - se preguntó Benji, mirando el cielo.

"Parece que se viene la lluvia..." - respondió Luna, preocupada.

"No podemos dejarlo así, ¡tenemos que empezar a cocinar ahora mismo!" - dijo Doña Estela, mientras los otros corrían al puesto.

Corrieron de vuelta a la casa de Doña Estela, donde rápidamente comenzaron a preparar la masa y el relleno. Cada uno tenía un papel, y mientras trabajaban en la cocina, comenzaron a cantar la canción que habían escuchado en la feria.

"¡Esto es muy divertido! ¡Nunca pensé que cocinar podía ser tan feliz!" - exclamó Sofía.

"Y lo mejor es que estamos juntos, aprendiendo. Esto es lo que hace que todo valga la pena" - afirmó Mateo, mezclando con fuerza.

Las empanadas estaban listas justo a tiempo. Los amigos se vistieron con sus delantales y corrieron hacia la feria, donde las luces y risas llenaban el aire.

Al llegar, se dirigieron a la mesa del jurado.

"¡Aquí están nuestras empanadas de verduras!" - dijeron al unísono, con gran entusiasmo.

Los jurados probaron cada plato, y el sabor fresco junto con la alegría que impregnaba el ambiente hacía que todos se sintieran contentos. Luego de un momento de deliberación, anunciaron el ganador.

"¡El primer premio va para...¡Luna, Mateo, Sofía y Benji!" - gritaron.

Los amigos no podían creerlo, se abrazaron y celebraron entre risas.

"Todo fue gracias a compartir, a aprender juntos y seguir nuestros sentidos" - comentó Benji.

Al final del día, mientras la feria terminaba, los amigos aprendieron que la comida, la música, los olores y cada experiencia reunida eran más que solo sabores; eran momentos para compartir y disfrutar entre amigos.

Desde entonces, cada año, el grupo participaba en la feria, recordando que lo más importante no era ganar, sino disfrutar juntos el viaje y aprender sobre el mundo que los rodeaba.

Con una sonrisa en el rostro, se despidieron de la feria, prometiendo que el próximo año lo harían aún mejor.

FIN.

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