La Feria de Sabor y Música en la Escuela José Hernández
Era un cálido día de primavera en la Escuela José Hernández. Los alumnos estaban emocionados porque se acercaba la gran Feria de Alimentación, un evento lleno de colores, sabores y melodías. Unity, la profesora de música, había tenido una idea brillante: combinar la feria con música en vivo para hacer la experiencia aún más mágica.
"¡Chicos, prepárense! Vamos a hacer algo increíble en la feria este año. Cada puesto de comida tendrá una canción especial que lo represente", propuso Unity mientras sonreía con entusiasmo.
Los alumnos se miraron entre sí, intrigados y felices. Todos querían participar. A la semana siguiente, comenzaron a preparar cada uno de sus puestos.
Mateo, que amaba el café, decidió que su puesto sería de bebidas. "Voy a preparar el mejor café de la zona y lo acompañaré con una canción alegre de Cacho Castaña", dijo mientras saltaba de alegría.
Fernanda, que adoraba las frutas, pensó en su puesto de batidos. "Voy a hacer un batido de mango y lo musicalizaré con 'La Bamba' para que todos bailen mientras lo prueban", comentó emocionada, moviendo sus caderas al ritmo de la música.
Cada alumno eligió su comida y su música, y la escuela comenzó a vibrar de emoción. Sin embargo, a días de la gran feria, un fuerte viento dejó la carpa del evento en un desastre. Los carteles se volaron, los ingredientes se mezclaron y, lo peor de todo, el equipo de sonido se dañó.
"¡No! ¿Qué vamos a hacer? Sin música, la feria no será igual", lloró Fernanda, mirando el caos que había dejado el viento.
Mateo, con el corazón pesado, empezó a pensar. "Tal vez podamos hacer algo sin el equipo de sonido. Y si cada uno canta su parte?". Los ojos de sus compañeros comenzaron a brillar con la idea.
Unity, al enterarse, los apoyó. "¡Exactamente! La música en vivo puede salir de nuestros corazones y nuestras voces". Y así, con ánimo renovado, los alumnos comenzaron a ensayar canciones entre los aromas de las comidas que estaban preparando.
El día de la feria llegó y el patio de la escuela se llenó de gente. Los colores de las banderas decoraban el lugar, y el aire se impregnaba de los deliciosos olores de la comida. A pesar del viento, la unión y el trabajo en equipo brillarían más que nunca ese día.
"¡Bienvenidos, amigos!", gritó Mateo al micrófono que habían improvisado con unos altavoces prestados. "Hoy abrimos nuestra Feria de Sabor y Música. ¡A disfrutar!".
Los alumnos empezaron a cantar, cada uno desde su puesto. Mateo entonó su canción de café, y la gente comenzó a aplaudir y bailar.
"¡Vamos, Fer, tu turno!", gritó Fernanda. Ella subió al improvisado escenario y, con su batido en mano, comenzó a bailar y cantar. Pronto, los demás la acompañaron, llenando el lugar de alegría.
Al terminar, la música seguía sonando, pero no solo era el ruido del equipo, sino el canto de los niños. Despertaron la energía de todos los participantes y transformaron el evento en un gran festín de comida y camaradería.
La feria fue un éxito rotundo. La abuela de Mateo le dijo con una sonrisa. "Nunca subestimes el poder de la música y el trabajo en equipo". Los niños se despidieron de la feria, con el sonido de risas y melodías aún resonando en el aire, contentos por haber superado los desafíos juntos.
A partir de ese día, la Feria de Alimentación de la Escuela José Hernández se convirtió en la mejor fiesta del año, siempre con música en vivo, risas y platos riquísimos, recordando a todos que la unión y la creatividad pueden convertir cualquier desafío en una maravillosa oportunidad.
FIN.