La feria de sabores


Había una vez una niña llamada Vibora, que era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras caminaba por el parque, Vibora sintió un delicioso aroma que venía de la feria que se encontraba a lo lejos. Intrigada por ese olor tan tentador, decidió acercarse y descubrir qué tipo de comida había en la feria. Al llegar allí, sus ojos se iluminaron al ver todos los puestos de comida con colores vibrantes y sabores irresistibles.

Vibora comenzó a pasear entre los diferentes puestos, pero no podía decidirse por qué comer. Había algodón de azúcar rosado y esponjoso, churros dorados y crujientes, helados coloridos y refrescantes...

¡Era todo un paraíso gastronómico! De pronto, Vibora vio un puesto que vendía frutas frescas cortadas en formas divertidas. Se acercó corriendo al puesto y preguntó al amable vendedor si podía probar algunos trozos.

El hombre sonrió y le dio una bandeja llena de frutas jugosas como sandías en forma de estrellas, piñas en forma de corazones e incluso uvas decoradas como pequeños animalitos. Vibora disfrutó cada bocado mientras paseaba por el parque.

La sensación de sabor dulce mezclado con la frescura de las frutas hizo que su energía aumentara aún más. De repente, escuchó risas provenientes del otro lado del parque. Curiosa como siempre, Vibora fue hacia el sonido riendo también.

Cuando llegó allí se encontró con un grupo de niños que estaban jugando a la rayuela. Les preguntó si podía unirse a ellos y todos aceptaron encantados. Mientras jugaban, Vibora compartió sus frutas con los demás niños y les contó sobre su aventura en la feria.

Los chicos se emocionaron al escucharla y decidieron ir juntos a la feria para probar todas las delicias que Vibora había descubierto. Corrieron hacia la feria riendo y saltando de emoción.

Al llegar, cada uno eligió su comida favorita: helado para algunos, algodón de azúcar para otros e incluso churros rellenos para los más atrevidos. Vibora estaba feliz de compartir ese momento especial con sus nuevos amigos.

Juntos recorrieron cada rincón de la feria, disfrutando no solo de la comida deliciosa, sino también de los juegos y atracciones que ofrecía. Al final del día, cuando el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, Vibora se despidió de sus amigos con una sonrisa llena de gratitud.

Había aprendido que compartir momentos especiales y disfrutarlos juntos hacía que todo fuera aún más divertido. Desde aquel día en adelante, Vibora siempre recordaría esa aventura en la feria como una experiencia mágica llena de risas, amistad y sabores inolvidables.

Y aunque nunca volvió a encontrar frutas tan creativas como las del puesto del parque, siempre supo que lo importante era compartir esos momentos especiales con aquellos que amaba.

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