La Feria de Sabores del Instituto José Hernández



Era un día soleado y lleno de música en el Instituto José Hernández. Los estudiantes estaban emocionados porque esa tarde se celebraba la Feria de Alimentación, un evento donde cada grupo debía presentar su propia comida típica y venderla para recaudar fondos. Julia, Luz, Juana, Jazmín y Joel, un grupo de amigos inseparables, estaban entusiasmados por el desafío.

"¿Qué vamos a preparar?"- preguntó Luz, con una sonrisa amplia.

"Podríamos hacer empanadas, que son fáciles y todos las aman"- sugirió Julia.

"¡Eso es genial! Pero necesitamos un toque especial", intervino Juana.

"Los mejores ingredientes, eso es lo que hace la diferencia"- agregó Jazmín, mientras se acomodaba el cabello.

"Y no olvidemos la bebida. ¡Café! Podemos ofrecer café acompañado de música en vivo"- añadió Joel.

Decidieron que necesitarían ayuda y se pusieron a buscar a otros compañeros. Con un espíritu de colaboración, pronto formaron un equipo de cocina. Cada uno se encargó de una parte del proceso. Julia y Luz se encargaron de hacer la masa para las empanadas, mientras Juana y Jazmín preparaban el relleno con carne y verduras frescas. Joel se encargó de conseguir el café y de organizar las mesas.

Mientras cocinaban, la música de fondo comenzó a sonar, llenando el ambiente de alegría. Todos estaban enérgicos, moviendo los pies al ritmo de una cumbia.

"¿Qué tal si hacemos un concurso de baile?"- propuso Jazmín, mientras movía sus caderas al compás.

"¡Sí! El ganador se lleva una empanada gratis"- rió Juana.

La idea fue un éxito. Los amigos hicieron un pequeño concurso de baile en el patio, donde participaron muchos otros estudiantes. Sonrisas y risas llenaban el aire. Pero mientras se divertían, comenzaron a notar que el tiempo pasaba y la feria estaba a punto de comenzar.

"¡Rápido! A cocinar!"- gritó Joel.

Con el tiempo corriendo, hicieron el esfuerzo de terminar todo a tiempo. La feria oficialmente comenzó y los stands se llenaron de gente. El aroma de las empanadas recién horneadas y del café recién hecho atrajo a los visitantes.

Mientras tanto, el grupo disfrutaba de su rato, cuando repentinamente, la música se detuvo. Todos miraron hacia la dirección del escenario, donde una abuela con una guitarra se había puesto a tocar.

"¡Escuchen! Es una canción muy especial para mí. Se la dedicó a la comunidad"- dijo la abuela.

Los amigos no podían creer lo que veían. Muchos comenzaron a acercarse para escuchar. Julia, siempre imaginativa, tuvo otra idea.

"¿Por qué no invitamos a la abuela a que cante en nuestra feria?"- sugirió.

"¡Sí! Eso haría que mucha más gente venga a nuestro stand"- respondió Luz.

Con un poco de nerviosismo, se acercaron a la abuela y le propusieron el plan.

"Me encantaría, niños. ¡La música hace todo más especial!"- contestó la abuela con una sonrisa cálida.

Lo que siguió fue una hermosa tarde llena de música y baile. La abuela tocó canción tras canción, mientras las empanadas se vendían como pan caliente. Y para sorpresa de todos, incluso los padres se unieron al baile.

Al final de la feria, los amigos contaron su recaudación.

"¡Hemos vendido todo!"- gritó Jazmín, emocionada.

"Gracias a la abuela y a todos los que vinieron"- agregó Julia, con una gran sonrisa.

"No solo vendimos empanadas; unimos a nuestra comunidad"- reflexionó Joel.

La feria fue un éxito rotundo. No solo aprendieron a trabajar en equipo, sino también la importancia de la colaboración y de la alegría que la música puede traer.

Desde aquel día, cada año el Instituto José Hernández organizaba una feria de alimentación con música en vivo, recordando siempre el hermoso momento que vivieron junto a la abuela y a toda la comunidad. Y así, estos cinco amigos aprendieron que lo mejor no es solo el resultado, sino las nuevas amistades y recuerdos que crearon en el camino.

FIN.

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