La feria solidaria de Luna y su dueña


Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una perrita muy especial llamada Lara. Lara era una perrita traviesa y juguetona que vivía con su dueña Laura, una mujer amable y cariñosa que la adoraba.

Desde que Lara llegó a la vida de Laura, se convirtieron en inseparables compañeras de juegos. Todos los días salían juntas a pasear por el parque, corrían y saltaban sin parar. Lara disfrutaba cada momento al lado de su querida dueña.

Pero no solo jugaba con Laura, también lo hacía con los sobrinos de esta: Martín y Sofía. Los niños adoraban a Lara y siempre encontraban la manera de incluirla en sus travesuras.

Juntos formaban un equipo imparable lleno de alegría y diversión. Un día, mientras paseaban por el parque como de costumbre, Lara vio algo brillante entre los arbustos. Era un collar dorado con una piedra preciosa incrustada.

Sin pensarlo dos veces, lo agarró con su hocico y corrió hacia Laura para mostrárselo. "¡Mira Laura, mira lo que encontré!", ladró emocionada Lara mientras movía la cola contenta. Laura tomó el collar entre sus manos y sonrió sorprendida.

Era un collar muy hermoso que seguramente alguien había perdido. Decidieron poner carteles por todo el pueblo para encontrar a su verdadero dueño. Días pasaron y nadie reclamaba el collar dorado.

Entonces, Laura tuvo una idea brillante: organizar un evento en el parque para recaudar fondos para un refugio de animales abandonados. "Vamos a hacer una feria benéfica donde venderemos cosas usadas y comida casera", propuso Laura emocionada.

Los sobrinos de Laura se sumaron entusiasmados a la idea y ayudaron en todo lo posible junto a Lara. Prepararon pancartas coloridas, cocinaron deliciosos postres e invitaron a todos los vecinos del pueblo. El día del evento finalmente llegó y el parque se llenó de gente dispuesta a colaborar con la noble causa.

Había risas, música y mucha solidaridad en el aire. Todos estaban felices de poder ayudar a los animalitos necesitados. Al final del día, lograron recaudar mucho más dinero del esperado gracias al esfuerzo conjunto de todos.

Estaban radiantes por haber contribuido positivamente a la comunidad. Esa noche, cuando regresaron a casa exhaustos pero felices, Lara miró a su querida dueña con ojos brillantes llenos de gratitud.

"Gracias por enseñarnos que juntos podemos lograr grandes cosas", dijo Lara con voz tierna pero firme.

Laura acarició la cabeza de Lara sintiéndose orgullosa no solo por haber encontrado al mejor compañero en su peluda amiga sino también por haber inculcado valores importantes en los corazones jóvenes de Martín y Sofía: solidaridad, trabajo en equipo y empatía hacia los demás seres vivientes. Y así fue como Lara enseñó no solo a jugar sino también a dar amor incondicionalmente e inspirar cambios positivos en su entorno más cercano.

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