La Fiesta de Benjamín



Era una hermosa mañana en Buenos Aires, y el sol iluminaba las calles donde Benjamín, un pequeño de 8 años, saltaba de alegría. Su familia, judía, se estaba preparando para la festividad de Jánuca, una celebración llena de luces, alegría y sobre todo, mucha felicidad. La casa de Benjamín se llenaba de risas, dulces y el aroma irresistible de las latkes fritas que su tía Miriam cocinaba.

"¡Benja! Vení, vení! Ayudame con las latkes!" - gritó su tía mientras mezclaba ingredientes en un gran bol.

"¡Voy, tía!" - respondió Benjamín entusiasmado.

Al llegar a la cocina, se encontró con su primo Samuel, quien estaba intentando encender la menorá, el candelabro de Jánuca, pero no le salía del todo bien.

"¡Samuel! ¿Necesitás ayuda?" - le preguntó Benjamín, mientras agarraba una papa y la comenzaba a rallar.

"Sí, no puedo encender la vela del primer día, no sé por qué no arde bien" - respondió Samuel con un puchero.

"Tal vez necesitemos un poco de magia... o un fósforo que funcione!" - se rió Benjamín, y ambos chicos estallaron en carcajadas.

Durante el día, la casa se llenó de amigos y familiares. A medida que las horas pasaban, Benjamín notó que su abuela le miraba con algo de tristeza. Se acercó a ella y le preguntó:

"Abuela, ¿por qué no hay tanta alegría en tus ojos hoy?".

La abuela sonrió débilmente y le dijo:

"Benjamín, siempre hay que encontrar la luz incluso en los días nublados. Este año, no puedo evitar recordar a aquellos que nos faltan."

"Pero abuela, podemos crear nuevas memorias juntos. ¿Te parece si hacemos una historia sobre este Jánuca?" - sugirió con una chispa de esperanza.

La abuela pensó un momento, y luego respondió:

"Me encantaría, querido. De hecho, haremos una historia en la que las luces nos traen felicidad y un brillante final."

Así, junto a su abuela, Benjamín comenzó a contar cuentos de aventuras donde los personajes encontraban tesoros de felicidad, amistad y amor. Todos comenzaron a reunir alrededor de ellos, intrigados por la narración, y pronto la risa llenó la habitación.

"Y entonces, al final de su aventura, el héroe aprendió que para encontrar la luz, primero tenía que creer en ella" - concluyó Benjamín.

Al terminar la historia, su madre les pasó una bandeja con latkes y dudó un instante antes de decir:

"Es hora de encender la menorá y de hacer el brindis. ¡Benjamín, vení a ayudarnos!".

Benjamín y Samuel volvieron a intentar encender la menorá, esta vez juntos, y la luz parpadeó al encender la primera vela.

"¡Lo hicimos!" - exclamaron al unísono.

Por la noche, mientras compartían la cena, la abuela miró a Benjamín y le dijo:

"Nunca olvides que la luz se encuentra en tu corazón. Si lo mantienes encendido, siempre podrás compartirlo con aquellos que amas".

Benjamín sonrió y respondió:

"Prometo que siempre habrá luz y alegría en nuestras fiestas, abuela!".

Así, en esa noche de Jánuca, la familia de Benjamín celebró con nuevos recuerdos, convirtiendo el día oscuro en uno lleno de felicidad y amor, demostrando que las verdaderas luces no solo son las que están en la menorá, sino también las que llevamos dentro. Y así, el espíritu festivo llenó el hogar, recordando a todos que siempre pueden crear nuevas memorias juntas, y que cada día es una oportunidad para alegrarse y compartir.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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