La Fiesta de Cumpleaños de Lila
Había una vez una coneja llamada Lila que era un poco tímida. Todos los años soñaba con celebrar su cumpleaños y mostrar a sus amigos el vestido nuevo que su mamá le había hecho. Pero en la escuela, algunas conejas de su clase siempre se burlaban de ella porque era diferente.
"Mirá a Lila, nunca se atreve a hacer nada interesante" - decía Carla, una coneja muy presumida.
"A mí me parece que es muy aburrida" - añadía su amiga Rita.
Ese año, Lila decidió que no dejaría que la burla de las otras conejas arruinara su cumpleaños. ¡Estaba decidida a hacer una gran fiesta!
Lila hizo una lista de invitados y decidió invitar a todas las conejas, incluyendo a Carla y Rita, aunque ellas nunca la habían tratado bien. Así, con un gran toque de valentía, Lila comenzó a planear su fiesta de cumpleaños.
Hizo invitaciones coloridas y se las entregó a todas, incluso a quienes la burlaban.
"¡Espero que vengan!" - pensó Lila mientras miraba sus bonitas invitaciones.
Además de las conejas, invitó a algunos amigos especiales: una liebre alegre llamada Max, una gata llamada Mimi que siempre tenía alguna ocurrencia graciosa y unos adorables perros salchichas, que eran el alma de la fiesta.
El día de la fiesta, todo estaba listo: globos, serpentinas y una mesa llena de pasteles deliciosos. Pero cuando las conejas llegaron, Lila sintió un nudo en la panza.
"¿Y qué trajiste, Lila?" - preguntó Carla con una sonrisa burlona.
"¡Ven a ver!" - respondió Lila, queriendo mostrar su vestido.
En cuanto Carla y Rita vieron el vestido, comenzaron a reírse.
"Mirá cómo brilla, parece una bombilla" - decía Rita riendo.
Lila sintió que el corazón le daba un vuelco. En ese momento, la liebre Max se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.
"¡Oigan! No es justo burlarse de Lila. Ella se esforzó mucho para esta fiesta. ¡Deberían apoyar a su amiga!" - dijo Max, con su mejor voz de defensa.
Las risas se apagaron. La gata Mimi, que había estado asombrada por el vestido tan bonito de Lila, se acercó.
"¡No se burlen! Este vestido es genial. Lila, te ves increíble" - dijo Mimi.
De a poco, las risas se transformaron en aplausos. Los perros salchichas comenzaron a ladrar de alegría, y Carla y Rita se sintieron mal por su comportamiento.
"Lo siento, Lila. No debimos burlarnos. Tu vestido es hermoso" - dijo Carla un poco avergonzada.
Lila sonrió, su corazón se llenó de alegría.
"Gracias, eso significa mucho para mí" - respondió ella.
La fiesta fue un éxito. Todos se divirtieron, cantaron y disfrutaron de los deliciosos pasteles. Lila nunca había estado tan feliz. Al final de la fiesta, cuando todos empezaron a irse, Lila recibió muchos regalos, pero lo que más agradeció fue la nueva amistad que estaba surgiendo.
"¿Podemos ser amigas de verdad?" - le preguntó Lila a Carla.
"Sí, a partir de ahora seremos amigas, ¡prometido!" - contestó Carla.
Ese día, Lila se dio cuenta de que todos merecen ser tratados con amabilidad y que la verdadera amistad no se basa en las apariencias, sino en el corazón.
Así, Lila celebró su cumpleaños con mucha alegría y aprendió que construir puentes es mejor que hacer muros. Desde entonces, la escuela se volvió un lugar más armonioso para todos, gracias a la valentía de una pequeña coneja que decidió invitar a quienes no la trataban bien a su fiesta.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.