La Fiesta de Curundú
En el vibrante barrio de Curundú, Panamá, vivía una niña llamada Marisol. Marisol era conocida por su alegría y su gran amor por la comida típica de su país. Le encantaba el humeante sancocho que su abuela cocinaba cada domingo y el riquísimo hojandre que se vendía en el mercado.
Un día, mientras su abuela preparaba sancocho, Marisol decidió que quería hacer una fiesta para todos sus amigos y compartirles lo que conocía sobre la comida panameña. "Abuela, quiero hacer un gran banquete para mis amigos. ¡Vamos a incluir sancocho, hojandre y también bollo!"- le dijo emocionada.
Su abuela la miró con una sonrisa y le respondió: "¡Eso suena maravilloso, hija! Pero también deberíamos preparar patacones y guandú. ¡No puede faltar nuestra música!"- . Marisol estaba encantada.
Al día siguiente, Marisol salió a buscar todos los ingredientes. En el camino conoció a sus amigos: José, Ana y Luis, quienes estaban jugueteando en el parque. "¡Chicos! Estoy organizando una fiesta en mi casa. Están todos invitados y haremos sancocho, bollo y muchas cosas ricas. ¡Ayúdame a prepararlo!"- les dijo con entusiasmo.
"¿Y qué más cocinaremos?"- preguntó Ana. "Patacones, hojandre y un poco de guandú!"- respondió Marisol mientras sus ojos brillaban.
Todos se emocionaron y decidieron dividir las tareas. Luis se encargaría de los patacones, Ana haría los hojandres y José se pondría a preparar el guandú. Con la ayuda de la abuela, Marisol se concentró en el sancocho. Estaban tan entusiasmados que empezaron a cantar y a bailar un tamborito mientras cocinaban.
Pero cuando estaban en la mitad de los preparativos, notaron que faltaban unos ingredientes. "¿Dónde están los tembleques? No podemos hacer la fiesta sin ellos"- exclamó Ana. "¡Yo vi un puesto de venta cerca de la estación de policía!"- dijo José. Rápidamente, los amigos decidieron ir a buscar los tembleques, corriendo por las calles de Curundú.
Cuando llegaron al puesto, se dieron cuenta de que había una larga fila. Los amigos, muy decepcionados, pensaron en regresar a casa. Pero Marisol tuvo otra idea. "¿Y si hacemos algo para que la gente nos dé prioridad?"-les sugirió. "Podríamos bailar y cantar mientras esperamos, así llamamos la atención."-
Los amigos se miraron y, sin pensarlo dos veces, empezaron a formar un círculo y a cantar una alegre canción. La música resonó en el aire y más personas se unieron a ellos a medida que bailaban al ritmo del tamborito.
La gente comenzó a aplaudir y a reírse. "¿Qué están celebrando?"- les preguntó uno de los vendedores. "¡Estamos organizando una fiesta con sancocho y tembleques!"- respondió Marisol. La multitud se unió a ellos y en poco tiempo, los vendedores decidieron otorgarles los tembleques como regalo por su alegría.
Con los tembleques en las manos, los amigos regresaron a la casa de Marisol, donde su abuela les esperaba con una gran sonrisa. "Chicos, estoy tan orgullosa de ustedes. ¡La fiesta va a ser inolvidable!"-
Al caer la tarde, los vecinos empezaron a llegar para disfrutar de la comida y la música. Todos estaban vestidos con sus hermosas polleras, llenas de colores. Marisol se sintió feliz de compartir su amor por la cultura panameña con todos, y mientras comían, bailaban y reían, les contó a sus amigos sobre el Darién, la riqueza de su naturaleza y la importancia de las tradiciones panameñas.
La fiesta de Marisol se volvió legendaria en Curundú. Todos aprendieron sobre la riqueza de su cultura y, al final del día, Marisol se dio cuenta de que no solo había compartido comida, sino también alegría, amistad y amor por su país. "¡Nunca olviden lo lindo que es compartir!"- les dijo.
Desde ese día, Marisol y sus amigos siguieron celebrando sus tradiciones, aprendiendo y disfrutando de la rica comida panameña. Y así, Curundú se llenó de risas, amor y mucha, mucha música.
FIN.