La fiesta de Emma


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Espanto, una niña llamada Emma. A ella le encantaba asustar a todos los habitantes del lugar.

Saltaba detrás de las esquinas y gritaba "¡Bu!" con todas sus fuerzas, haciendo que todos saltaran del susto. Emma era muy buena en eso de asustar a la gente, pero a veces se pasaba un poco. Los vecinos empezaron a cansarse de sus travesuras y decidieron hacer algo al respecto.

Un día, mientras Emma caminaba por el pueblo pensando en su próxima víctima, notó que algo extraño estaba sucediendo. Todos los habitantes estaban reunidos en la plaza principal y parecían estar tramando algo.

Intrigada, Emma se acercó sigilosamente para escuchar lo que estaban diciendo. "Creo que ha llegado el momento de darle una lección a Emma", dijo Don Tomás, el anciano más sabio del pueblo. "Sí", agregó Doña Rosa, la dueña de la tienda de dulces.

"No podemos permitir que siga asustándonos así". Emma sintió un escalofrío recorriendo su espalda. ¿Qué estaban planeando? Estaba acostumbrada a ser ella quien asustara a los demás, no al revés.

La señora Marta propuso: "Podríamos organizar una fiesta sorpresa para Emma y mostrarle cómo nos sentimos cuando nos asusta". Todos los vecinos estuvieron de acuerdo con la idea y comenzaron los preparativos para la gran fiesta sorpresa.

Decoraron la plaza con globos y serpentinas, hicieron comida deliciosa y ensayaron una canción para cantarle a Emma. Llegó el día de la fiesta y todos los habitantes del pueblo esperaban ansiosos a que Emma apareciera. Cuando finalmente llegó, todos se escondieron detrás de las mesas y en los rincones oscuros.

Emma entró en la plaza y miró a su alrededor confundida. No había nadie allí. De repente, una voz salió de entre las sombras:"¡Bu!"Emma dio un salto hacia atrás, asustada.

Pero en lugar de reírse como solía hacer, sintió lágrimas llenando sus ojos. "Lo siento tanto", dijo Don Tomás saliendo de su escondite. "No queremos asustarte realmente, solo queríamos mostrarte cómo nos sentimos cuando tú nos asustas".

Los demás vecinos se acercaron también, revelándose uno por uno y explicándole cómo se habían sentido cada vez que ella los asustaba. Emma comprendió lo mal que había hecho sentir a los demás con sus travesuras.

Se disculpó sinceramente con cada uno de ellos y prometió no volver a asustarlos nunca más. A partir de ese día, Emma cambió su actitud hacia los demás. En lugar de buscar formas de asustarlos, buscaba maneras de alegrarles el día.

Ayudaba a limpiar el pueblo, compartía dulces con sus vecinos e incluso organizaba juegos divertidos para todos. Poco a poco, Villa Espanto volvió a ser un lugar feliz y tranquilo gracias al cambio positivo en la actitud de Emma.

La historia nos enseña que debemos tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. No está bien asustar o hacer sentir mal a los demás, ya que eso puede lastimar sus sentimientos. Es importante ser amables y respetuosos con todos, para así vivir en armonía y felicidad.

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