La Fiesta de Halloween de Luisana y Nahiara



Era una noche oscura y misteriosa. Las hojas crujían bajo los pies y las nubes cubrían la luna. En el pequeño pueblo de Susto y Miedo, dos mejores amigas, Luisana y Nahiara, estaban ansiosas por la fiesta de Halloween que se llevaría a cabo en la plaza del pueblo.

- ¡No puedo esperar para disfrazarme de bruja! - dijo Luisana con una gran sonrisa, mientras ajustaba su sombrero puntiagudo.

- Yo voy a ser un fantasma, ¡pero uno muy divertido! - exclamó Nahiara, ondeando su sábana blanca.

Cuando finalmente llegó la noche de Halloween, el pueblo estaba decorado con calabazas sonrientes, telarañas y luces parpadeantes. Los dos amigos recorrieron las calles, recolectando caramelos y disfrutando de la atmósfera mágica.

Durante la fiesta, un grupo de niños decidió jugar una broma. Vestidos de monstruos aterradores, corrieron hacia la plaza gritando:

- ¡Boo! ¡Asustamos a los que no tienen valentía!

Los niños de Susto y Miedo se asustaron un poco, pero Luisana y Nahiara decidieron que no dejarían que eso arruine su diversión.

- ¡Esperen! - gritó Luisana, con una sonrisa en su rostro. - ¿Qué les parece si en vez de asustar, jugamos juntos?

Los monstruos titubearon un poco, pero luego se acercaron.

- No queríamos hacerles sentir mal - dijo uno con una voz temblorosa. - Solo queríamos divertimos.

- ¡Nosotras también! - respondió Nahiara. - Podemos jugar un juego de caramelos y hacer que el miedo se convierta en risas.

Los monstruos, intrigados por la idea, aceptaron. Formaron equipos y empezaron a jugar. La plaza se llenó de risas y gritos de algarabía en vez de llantos de miedo.

De repente, mientras jugaban un juego de "Atrapa el caramelo", un niño del grupo de monstruos, un pequeño con la cara pintada de verde, se cayó y comenzó a llorar.

- ¡Oh, no! - exclamó Luisana, corriendo hacia él. - No llores, estoy aquí. ¿Te duele algo?

- Solo me asusté un poco - dijo el niño entre sollozos.

- Está bien, a todos nos asustan algunas cosas - dijo Nahiara, agachándose para mirarlo a los ojos. - Pero somos un equipo, y eso significa cuidarnos unos a otros.

Después de unos minutos, el niño se secó las lágrimas, y Luisana le ofreció un caramelo de su bolsa.

- ¡Tómalo! Esto siempre mejora el ánimo.

El niño sonrió y se unió al juego. Todos los niños, incluso los que al principio habían estado asustando, comenzaron a jugar y a compartir dulces.

La fiesta continuó, y al final de la noche, todos se reunieron para contar historias de Halloween. Nahiara propuso contar historias sobre las cosas que les asustaban y cómo pudieron enfrentarlas.

- ¡Yo tengo una! - comenzó Luisana. - Cuando era pequeña, tenía miedo a la oscuridad, pero aprendí que no podía dejar que eso me detuviera. Comencé a explorar la noche con una linterna, y ahora me encanta.

- ¡Esa es una gran historia! - respondió un niño disfrazado de vampiro. - Yo tenía miedo de las alturas, pero ahora me encanta trepar a los árboles.

Así, cada uno compartió sus historias de miedo y valentía, y se dieron cuenta de que todos, de alguna forma, enfrentaban sus propios temores. La noche terminó con risas y amistad, y con la promesa de que el próximo Halloween, harían una gran fiesta juntos, sin asustar, solo divirtiéndose.

- ¡Hasta el próximo Halloween, amigos! - gritaron Luisana y Nahiara mientras se despedían de todos.

- ¡No se olviden de compartir caramelos! - añadieron los monstruos, ahora amigos.

Y así, el miedo se convirtió en risas, y Halloween nunca volvió a ser lo mismo en el pueblo de Susto y Miedo.

FIN.

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