La fiesta de Julia y el ratoncito


Julia, la panadera, estaba muy ocupada en la cocina de su panadería. Era una mañana soleada y había mucha gente esperando sus deliciosas medialunas recién horneadas.

Mientras amasaba la masa con cariño, escuchó un ruido extraño que venía de una de las heladeras. Intrigada, Julia se acercó a la heladera y abrió la puerta despacio. Para su sorpresa, encontró a un pequeño ratoncito temblando de frío dentro. El ratoncito tenía los ojitos brillantes y parecía asustado.

- ¡Ay! ¿Qué haces aquí adentro? - preguntó Julia con ternura. El ratoncito titubeó antes de responder:- Perdóneme señora panadera, pero me quedé atrapado cuando buscaba algo para comer.

Estaba tan oscuro que no pude encontrar mi camino de vuelta afuera. Julia se compadeció del ratoncito y decidió ayudarlo. - No te preocupes, pequeñín. Te sacaré de aquí y te daré algo rico para comer - le dijo sonriendo.

Con cuidado, Julia tomó al ratoncito en sus manos y lo llevó hasta el patio trasero de la panadería. Allí lo dejó libre para que pudiera correr y jugar sin problemas. El ratoncito saltó emocionado por su libertad recuperada y luego miró agradecido a Julia.

- Muchas gracias por rescatarme - dijo el ratoncito -. Eres muy amable. La panadera sonrió y respondió:- De nada, pequeñín. Todos merecen una segunda oportunidad. Ahora, ven conmigo a la panadería y te daré algo rico para comer.

El ratoncito siguió a Julia hasta la panadería y ella le ofreció un pedacito de queso fresco. El ratoncito lo devoró con alegría y sus ojitos brillaron aún más.

Desde ese día, el ratoncito se convirtió en el mejor amigo de Julia. Cada vez que ella horneaba medialunas, él estaba allí para ayudarla. Juntos preparaban masas deliciosas y compartían risas.

Un día, mientras estaban trabajando en la cocina, el ratoncito tuvo una idea brillante:- ¿Sabes qué sería genial? - preguntó emocionado -. ¡Hacer una fiesta sorpresa para todos los animales del vecindario! Julia sonrió ante la ocurrencia del ratoncito y aceptó encantada. Juntos planearon una gran fiesta con comida deliciosa y juegos divertidos.

La noticia de la fiesta se esparció rápidamente por el vecindario y llegaron animales de todas partes: perros, gatos, pájaros e incluso algunos conejos curiosos. Fue una tarde llena de risas y alegría.

Todos disfrutaron de las medialunas recién horneadas por Julia mientras jugaban y compartían historias. Después de la fiesta, Julia se dio cuenta de algo importante: no importa cuán diferentes sean las personas o los animales, siempre hay espacio para la amistad y la generosidad en nuestros corazones.

Y así fue como Julia descubrió que incluso los momentos más inesperados pueden convertirse en hermosas oportunidades para aprender, crecer y hacer nuevos amigos.

Y desde aquel día, la panadería de Julia se convirtió en un lugar especial donde todos eran bienvenidos y nadie se sentía solo. .

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