La fiesta de la amistad


Era un hermoso día de primavera en el pequeño pueblo de Villa Flores. Mariela, una niña alegre y curiosa, estaba emocionada porque se acercaba su cumpleaños número ocho.

Pero lo que más entusiasmaba a Mariela era que ese mismo día también era el cumpleaños de Cala, su fiel perra. Mariela amaba a Cala con todo su corazón y siempre había soñado con tener una fiesta de cumpleaños conjunta para celebrar juntas.

Así que decidió hacer realidad su sueño y comenzó a planear la mejor fiesta jamás vista en Villa Flores. Mariela le contó a sus amigos sobre la gran fiesta que estaba organizando y todos estaban emocionados por asistir.

Juntos idearon un montón de juegos divertidos como carreras de sacos, búsqueda del tesoro y hasta un concurso de disfraces caninos. El día del cumpleaños finalmente llegó y el parque central estaba decorado con globos coloridos y serpentinas brillantes.

Los invitados comenzaron a llegar uno tras otro, llevando regalos tanto para Mariela como para Cala. La fiesta empezó con un desfile de disfraces donde los perros lucían trajes extravagantes mientras caminaban junto a sus dueños.

Había perros disfrazados de superhéroes, princesas e incluso uno vestido como un astronauta. Todos se divirtieron mucho riendo y aplaudiendo los originales atuendos. Después del desfile, fue momento de jugar al juego clásico "Ponle la cola al perro".

Cada niño tenía los ojos vendados y debía colocar una cola de papel en el lugar correcto del dibujo de un perro. Los niños se reían mientras intentaban dar vueltas y encontrar el sitio adecuado, pero al final todos lograron poner la cola en su lugar.

Luego llegó el momento más esperado: la búsqueda del tesoro. Mariela escondió pistas por todo el parque y los niños debían seguirlas para encontrar un gran tesoro escondido.

Corrieron emocionados de un lado a otro, siguiendo las pistas con entusiasmo hasta que finalmente encontraron una caja llena de caramelos y juguetes para perros. La fiesta continuó con juegos como carreras de sacos y limbo, donde tanto los niños como los perros participaron juntos.

Todos se divirtieron muchísimo riendo y aplaudiendo cada vez que alguien superaba un obstáculo o hacía algo divertido. Después de jugar durante horas, todos estaban cansados pero felices. La mamá de Mariela trajo una enorme torta decorada con huesitos para Cala y velitas para Mariela.

Cantaron "Feliz cumpleaños" a dúo mientras Mariela soplaba las velitas y Cala mordisqueaba su delicioso pastel.

Mariela sintió tanta alegría en ese momento que decidió hacer algo especial: compartió parte de su torta con todos los perros presentes en la fiesta. Les dio pequeños trozos a cada uno y les acarició cariñosamente mientras ellos lamían sus labios llenos de crema batida.

Al finalizar la fiesta, Mariela se dio cuenta de lo importante que era compartir momentos especiales no solo con sus amigos humanos, sino también con los animales. Aprendió que el amor y la amistad no tienen barreras y que todos merecen ser celebrados en su día especial.

Desde ese día, Mariela y Cala continuaron celebrando sus cumpleaños juntas cada año. Pero más allá de las fiestas, siempre se recordaron mutuamente lo importante que eran en sus vidas y cómo habían aprendido a valorar la importancia de la amistad entre especies diferentes.

Y así, Mariela siguió creciendo rodeada de amor tanto humano como animal, llevando consigo el recuerdo imborrable de aquel cumpleaños inolvidable donde aprendió una lección valiosa: que los verdaderos amigos pueden tener cuatro patas y un corazón lleno de lealtad.

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