La fiesta de la amistad
Había una vez una familia muy especial llamada los Mamábichi. Estaba formada por Mili, una niña muy curiosa y aventurera, su mamá llamada Mamábichi y su papá conocido como Papásolo.
Además, tenían dos mascotas adorables: Salchibika, una perrita salchicha muy juguetona, y Salchimangui, un gato travieso. Un día, la familia Mamábichi decidió mudarse a un nuevo vecindario. Estaban emocionados por comenzar esta nueva etapa en sus vidas y conocer a nuevas personas.
Al llegar a su nueva casa, se dieron cuenta de que había muchos vecinos alrededor. Mili estaba ansiosa por hacer amigos y jugar con otros niños de su edad. Así que decidió salir al jardín para explorar el lugar.
Fue entonces cuando vio a un niño solitario sentado en un banco del parque cercano. Sin pensarlo dos veces, Mili se acercó al niño y le dijo amablemente: "¡Hola! Soy Mili Mamábichi.
¿Quieres jugar conmigo?"El niño miró sorprendido pero luego sonrió tímidamente y respondió: "Soy Lucas". Desde ese momento, Mili y Lucas se convirtieron en mejores amigos. Juntos exploraban el vecindario en busca de aventuras emocionantes. Pronto empezaron a notar que había más niños solitarios en el vecindario.
Decidieron organizar una fiesta en el patio trasero de la casa de los Mamábichi para invitar a todos los niños del vecindario. Prepararon juegos divertidos como carreras de sacos, búsqueda del tesoro y hasta un concurso de baile.
La noticia de la fiesta se esparció rápidamente y todos los niños del vecindario estaban emocionados por asistir. Incluso los padres se unieron a la celebración, trayendo deliciosos platos para compartir.
Durante la fiesta, Mili se dio cuenta de algo maravilloso: ya no había niños solitarios en el vecindario. Todos habían encontrado amigos con quienes jugar y compartir momentos felices. A medida que pasaba el tiempo, la comunidad del vecindario se volvió más cercana.
Los Mamábichi organizaban eventos regulares como picnics y barbacoas para reunir a todas las familias. También comenzaron a realizar actividades solidarias, como limpiar el parque juntos o ayudar a personas mayores en sus tareas diarias.
La familia Mamábichi estaba feliz de ver cómo su nuevo hogar se había convertido en un lugar lleno de amor, amistad y solidaridad. Nunca más estarían solos ni sentirían que no pertenecían a ningún lugar.
Mili aprendió una valiosa lección durante esta experiencia: la importancia de ser amable y acogedor con los demás. A veces, solo hace falta una sonrisa o una palabra amable para hacer sentir a alguien especial. Desde aquel día, Mili siempre buscaba oportunidades para hacer nuevos amigos y ayudar a quienes lo necesitaran.
Su espíritu generoso e inclusivo inspiró al resto del vecindario a seguir su ejemplo. Y así, gracias al amor y la amistad que floreció en ese vecindario, Mili junto a su familia Mamábichi vivieron felices para siempre en comunidad.
FIN.