La Fiesta de la Lluvia
Era un día gris en el pequeño pueblo de Nublín. Las nubes se amontonaban en el cielo y un suave murmullo comenzaba a escucharse en el aire. Billy, un pequeño niño con una gran pasión por la aventura, miraba por la ventana de su casa.
"¿Por qué siempre debo quedarme adentro cuando llueve?" - se quejaba Billy, sintiéndose muy aburrido.
Justo en ese momento, su amiga Lila, una niña con una imaginación desbordante, apareció en su puerta con una sonrisa radiante.
"¡Billy, ven! ¡La lluvia está a punto de empezar, y eso significa que podemos jugar!" - exclamó Lila, saltando emocionada.
"¿Jugar? ¿Bajo la lluvia?" - preguntó Billy, con una mezcla de incertidumbre y curiosidad.
"¡Sí! La lluvia es una fiesta!" - respondía Lila mientras tiraba de su mano.
No muy convencido, pero intrigado, Billy decidió seguir a Lila. Al llegar al jardín, comenzó a caer una suave lluvia. Lila corrió hacia un charco y, con un gran salto, salpicó agua por todas partes.
"¡Mirá esto!" - gritó mientras reía y chapoteaba.
Billy, poco a poco, empezó a sentirse más animado.
"¡Yo también quiero!" - dijo, y se unió a ella, saltando entre los charcos.
Pronto, ambos reían y se tiraban agua mutuamente, disfrutando del momento como si fuera un juego de carnaval. Todo parecía perfecto hasta que de repente, una ráfaga de viento hizo volar los sombreros de dos niñas que jugaban cerca.
"¡Mi sombrero!" - gritó una de ellas.
Sin pensarlo dos veces, Lila y Billy decidieron ayudar. Corrieron tras los sombreros que danzaban entre la lluvia.
"¡No te preocupes, venimos a ayudar!" - gritó Billy mientras alcanzaba uno.
Después de una divertida persecución, lograron rescatar ambos sombreros. Las niñas llegaron agradecidas.
"¡Gracias!" - dijeron riendo.
"¡La lluvia es una gran aliada!" - exclamó Lila, mirando a sus nuevos amigos.
Poco a poco, se sumaron más niños al grupo, y todos comenzaron a explorar lo que la lluvia podía ofrecer.
"¿Han probado hacer barcos de papel?" - preguntó un niño mayor.
Todos miraron con curiosidad y, siguiendo las instrucciones, cuando la lluvia intensificó, comenzaron a hacer barcos que navegaban en los charcos.
"¡Miren cómo navega mi barco!" - gritaba uno, mientras otro hacía olas con sus manos.
El día continuó lleno de risas, juegos y nuevas amistades. Al final del día, mientras la lluvia seguía cayendo suavemente, Lila tomó a Billy de la mano y le dijo:
"¿Ves? La lluvia no es para quedarnos adentro, ¡es toda una aventura!" - sonrió.
"Nunca pensé que la lluvia pudiera ser tan divertida," - admitió Billy, cansado pero feliz.
Y así, el pequeño pueblo de Nublín aprendió que la lluvia no era solo agua, sino una oportunidad para jugar, compartir y hacer nuevos amigos.
FIN.