La Fiesta de la Qoya



En un pequeño pueblo en las montañas de Perú, vivía una niña llamada Suyana. Suyana era muy curiosa y le encantaba escuchar las historias que su abuela contaba sobre las tradiciones de su país. Cada año, en el mes de agosto, se celebraba la Fiesta de la Q'oya, donde todos los habitantes se vestían con trajes tradicionales y danzaban al ritmo de la música folklórica.

Una tarde, mientras Suyana ayudaba a su abuela a preparar las ofrendas de la fiesta, le preguntó:

- 'Abuela, ¿por qué es tan importante la Fiesta de la Q'oya?'

- 'Querida Suyana, esta fiesta es una celebración de nuestras raíces, de nuestros ancestros. Es un momento especial para unir a la comunidad y recordar nuestros valores.'

Suyana automáticamente se sintió emocionada, pero un atisbo de preocupación cruzó su mente. Decidió hablar con sus amigos para que todos pudieran participar en la fiesta. Convocó a su grupo de amigos: Kuka, un niño muy bueno para hacer cerámicas; Inti, que adoraba tocar la flauta; y Llama, una niña que soñaba con ser danzante.

- '¡Chicos! ¡La Fiesta de la Q'oya se acerca! Debemos prepararnos juntos.' - exclamó Suyana.

- '¿Y qué podemos hacer?' - preguntó Kuka, intrigado.

- 'Podemos hacer ofrendas, crear adornos y ensayar una danza.' - propuso Llama emocionada.

- 'Debemos mostrar lo mejor de nuestras tradiciones. ¡Contemos con la ayuda de los mayores!' - dijo Inti, mientras sonaba su flauta.

Así que, después de un par de días, Suyana y sus amigos decidieron visitar a los abuelos del pueblo. Charlaron con ellos sobre la fiesta y aprendieron sobre las danzas tradicionales, el significado de la música y la importancia de cada ofrenda. Después de una exhaustiva charla, los abuelos decidieron ayudarlos.

- 'Si nos ayudan con la danza, nosotros traeremos el parche y las flautas.' - dijo Suyana con emoción.

- 'Por supuesto, los ayudaremos. Pero también queremos que aprendan las historias detrás de las danzas.' - respondió el abuelo de Kuka, el cual era un gran contador de historias.

Después de varios días de ensayos y aprendizaje, llegó el gran día. Todos los habitantes del pueblo estaban preparando sus coloridos trajes y los sabores perecederos del tradicional pachamanca llenaban el aire. Suyana y sus amigos estaban nerviosos pero emocionados.

Cuando comenzó la celebración, el pueblo se llenó de música, risas y danzas. A medida que avanzaba la fiesta, Suyana recordó todo lo que había aprendido y se sintió orgullosa de ser parte de una tradición tan rica.

- '¡Miren! ¡Es nuestra oportunidad!' - gritó Llama mientras señalaba el lujoso escenario donde tendrían que presentar su danza.

Cuando finalmente llegó su turno, Suyana, Kuka, Inti y Llama se prepararon. Con el corazón latiendo rápido, empezaron a bailar mientras sus abuelos se emocionaban viéndolos desde el costado.

Pero en medio de la danza, algo imprevisto ocurrió: la flauta de Inti se rompió de repente. Todos se quedaron mirándolo, asustados.

- '¡No puede ser!' - exclamó Suyana.

- 'No podemos continuar sin la música.' - dijo Llama con desánimo.

- '¿Y si hacemos un ritmo con las palmas y los pies?' - sugirió Kuka, en un intento por resolver la situación.

Y así, decidieron seguir adelante. Suyana comenzó a marcar el ritmo con sus palmas, Kuka y Llama hicieron lo mismo con los pies, e Inti improvisó de manera genial, creando sonidos con la flauta rota. En ese momento, toda la comunidad se unió a la danza, con palmas y pies, creando un ambiente de alegría y unidad.

Al finalizar la presentación, todos los presentes comenzaron a aplaudir.

- '¡Bravo! ¡Eso fue impresionante!' - gritó uno de los abuelos.

- 'Lo más bonito fue que trabajaron juntos y siguieron adelante a pesar de los obstáculos.' - dijo otro abue.

Suyana miró a sus amigos con orgullo, sabiendo que no solo habían aprendido sobre sus tradiciones, sino que también habían jugado un papel importante en la unión de su comunidad. La Fiesta de la Q'oya no fue solo una celebración de danzas y comida, sino un recordatorio de cómo las tradiciones pueden unir a las personas y fortalecer lazos de amistad.

Al final del día, mientras las luces del pueblo brillaban, Suyana sonrió y susurró:

- 'Estoy orgullosa de ser peruana.'

FIN.

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