La Fiesta de las Castañas en Fuerteventura



Era un hermoso día en Fuerteventura, y en el colegio Poeta Domingo Velázquez todos estaban emocionados por la celebración de los Finaos, una fiesta que se hacía cada año para recordar a los que ya no estaban y para disfrutar de la vida.

Los alumnos habían estado preparando esta celebración durante semanas. En el patio, las mesas estaban decoradas con hojas de colores y castañas asadas. La música folclórica sonaba alegremente mientras los maestros organizaban las actividades.

Entre los asistentes, Roberto, un niño entusiasta y siempre curioso, veía todo con ojos brillantes. Él se acercó a Matías, su mejor amigo.

"Oye, Matías. ¿Sabías que hay una leyenda sobre las castañas?" - preguntó Roberto emocionado.

"¿En serio? No, contame, ¿de qué se trata?" - contestó Matías intrigado, mientras se acomodaban en una mesa.

"Dicen que cuando asamos castañas, los espíritus que nos cuidan se acercan para disfrutar de la fiesta también. Por eso, debemos compartirlas con alegría" - comentó Roberto.

De repente, la profesora Marta, con su guitarra en mano, llamó a todos.

"¡Niños! ¡Es hora de la música! Todos a la pista" - exclamó, apretando las cuerdas con entusiasmo.

Los chicos se levantaron rápidamente, danzando al ritmo de la guitarra, los acordes tradicionales resonaban con fuerza, haciendo vibrar el aire. En ese momento, Luis, un niño que solía ser tímido, se atrevió a unirse a ellos.

"¡Vamos, Luis!" - lo alentó Roberto, "No te quedes ahí, ¡disfrutemos juntos!" - y, con una sonrisa, Luis se lanzó a la pista. La música lo transformó, y pronto todos aplaudieron y lo animaron.

Durante el baile, la profesora Marta los llevó a conocer más sobre la tradición de Finaos.

"Este día es para recordar a nuestros seres queridos. Es un momento de alegría en lugar de tristeza. Las castañas son símbolo de unión y cariño, por eso siempre las compartimos" - explicó mientras todos bailaban.

Pero dentro de uno de los juegos, una de las mesas se llenó de castañas recién asadas. Los chicos estaban tan emocionados que uno de ellos, sin querer, tiró la canasta que las contenía.

"¡Oh no!" - gritó Matías. Castañas cayeron por todo el patio

"¡A recogerlas!" - exclamó Roberto, intentando ayudar.

Pero rápidamente se dieron cuenta de que no habían más castañas, las demás estaban tomando el aire y desapareciendo.

"¿Qué haremos?" - se angustió Matías.

"Tal vez debemos ir a Rancho Ánima, donde algunas abuelas siempre preparan más castañas para estas fiestas" - sugirió Roberto con una chispa de esperanza. La idea gustó.

Y así, los chicos corrieron hacia Rancho Ánima, guiados por el aroma de las castañas asadas. Al llegar, las abuelas estaban en su cocina, llenando el aire con su música y risas.

"¡Hola, chicos! ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó la abuela Elena.

"¡Nos quedamos sin castañas!" - dijo Matías apenado.

"Y queremos compartirlas con todos en el colegio" - añadió Roberto, esperanzado.

"¡Claro! Les podemos dar unas cuantas. Pero primero, deben ayudarnos a prepararlas" - propuso la abuela Rosa, sonriendo.

Los niños se pusieron a trabajar en la cocina, mezclando ingredientes, riendo y compartiendo historias sobre sus seres queridos que recordaban en este día tan especial.

"Este día no solo es para recordar a quienes ya no están, sino para crear nuevos recuerdos juntos" - reflexionó Louis mientras pelaba las castañas.

"Sí, ¡seremos parte de esta historia!" - exclamó Matías emocionado.

Después de un rato, las castañas asadas estaban listas, y con una canasta repleta, los niños regresaron al colegio a tiempo para la celebración.

Al llegar, la música llenaba el aire, y todos sus compañeros los recibieron con aplausos.

"¡Llegaron con las castañas!" - gritó la profesora Marta, "¡Qué alegría! ¡Ahora sí podemos compartir y festejar juntos!"

Y así, lo que había comenzado como un pequeño inconveniente se convirtió en una gran aventura que unió a todos. La música, las risas y los recuerdos llenaron el aire, y Finaos se convirtió en una celebración inolvidable, donde cada niño aprendió la importancia de los lazos, la amistad y la memoria.

"¡Vamos a bailar!" - exclamó Roberto lleno de energía, y todos, con sus castañas en mano, se lanzaron a la pista a disfrutar una vez más.

Aquel día se grabó en sus corazones, aprendiendo que cada celebración es una oportunidad para unirnos y recordar lo que importa en la vida.

FIN.

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