La Fiesta de los Amigos de la Selva
En lo profundo de la selva, donde los árboles tocan el cielo, vivía un alegre monosito llamado Milo. Milo quería hacer una fiesta para todos sus amigos animales, pero antes, quería asegurarse de que todos vinieran.
–¡Voy a invitar a todos! –dijo Milo mientras brincaba de una rama a otra, con una gran sonrisa en su carita peluda.
Milo comenzó su recorrido. Primero, fue a buscar a su amiga la tortuga Tula.
–¡Hola, Tula! –gritó Milo–. ¿Vas a mi fiesta hoy?
–Claro, Milo –respondió Tula con su vocecita lenta–. ¡Pero... ¿cuántos amigos van a venir?
–¡Vamos a contar! –dijo Milo entusiasmado. –Vení conmigo.
Así que comenzaron a contar:
–Uno, dos, tres… ¡tres amigos! –exclamó Milo.
–No, Milo, somos solo dos –corrigió Tula sonriendo. –Soy yo y vos. Pero no te preocupes, hay más animales en la selva.
Siguieron su camino y llegaron al río. Allí, vieron a la rana Rina.
–¡Rina! –llamó Milo–. ¡Vamos a contar cuántos venimos a la fiesta!
Rina saltó emocionada:
–¡Me encanta contar! –y juntas empezaron a contar.
–Uno, dos, tres –dijo Milo–. ¡Ya son cuatro!
Rina dijo, saltando:
–No, no, no. ¡Sólo somos tres! ¡Pero podemos buscar a más amigos!
–¡Sí! –gritó Milo.
Siguieron buscando. Encuentran al loro Lolo volando por los árboles.
–¡Lolo! –llamó Milo–. ¡Queremos contar cuántos venimos a la fiesta!
Lolo, que siempre estaba lleno de energía, respondió:
–¡Eso suena divertido! Vamos a contar.
Empezaron de nuevo:
–Uno, dos, tres, cuatro… –siguió Milo.
–Pero yo soy el cinco –gritó Lolo.
Milo se rascó la cabeza y dijo:
–¡Ah, sí! Ahora somos cinco. ¡Genial!
Desde lejos, oyeron un rugido. Era el león Leo, que venía caminando. Leo se acercó con gran tranquilidad:
–¿Qué hacen, amigos?
–Estamos contando cuántos vienen a la fiesta –dijo Tula con su calma.
Leo sonrió y dijo:
–Yo quiero ir. ¡Sé contar muy bien! –con orgullo.
Empezaron a contar juntos:
–Uno, dos, tres, cuatro, cinco… –decían todos.
–Yo soy el seis –añadió Leo, contento.
–¡Ahora somos seis! –gritó Milo.
Pero, oh sorpresa, alguien muy pequeño se unió: era la mariposa Mía, que revoloteaba entre los árboles.
–¿Puedo contar también? –preguntó Mía.
–¡Por supuesto! –dijo Milo.
Y sumaron:
–Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis y el siete es Mía. ¡Siete amigos para la fiesta! –saltó Mía alegremente.
Siguieron su camino y encontraron a un grupo de simpáticos flamencos.
–¿Cuántos son ustedes? –preguntó Milo.
Los flamencos respondieron:
–¡Con nosotros somos ¡doce! ¡Así que venimos a la fiesta! –dijeron todos.
–Ahora somos ¡doce! –gritó Milo.
La fiesta estaba tomando forma y ya tenía un montón de amigos invitados. Pero, de repente, se escuchó un gran estruendo.
–¿Qué fue eso? –preguntó Tula asustada.
–No tengo idea –dijo Milo, con los ojos bien abiertos–. Debemos averiguarlo.
Siguieron el ruido y encontraron a una familia de elefantes con troncos caídos detrás de ellos.
–¡Oh, hola! –dijo el elefante mayor–. ¡Perdón, vimos que la selva estaba muy tranquila e hicimos una fiesta propia!
–¡Debemos hacer una fiesta juntos! –dijo Milo, emocionado.
–¡Sí, sí! –gritaron todos. ¡Que empiece la fiesta de la selva! –dijeron juntos.
Y así, la selva se llenó de música, baile y mucho juego. Contaron a todos sus amigos. Era realmente un día especial.
Al final, Milo comprendió que en la selva, cada amigo cuenta y que todos son importantes.
–¡Qué felices somos juntos! –gritó Milo mientras el sol se escondía detrás de los árboles.
Y así, contaron hasta que se cansaron, riendo, brincando y celebrando la amistad en la mágica selva.
FIN.