La Fiesta de los Chécheres



En un pueblito alegre y colorido de Panamá, donde los días eran cálidos y las noches llenas de estrellas, vivía un niño llamado Tobi. Tobi era un chombo lleno de energía y siempre tenía muchas ideas en su cabeza para hacer que los días fueran divertidos. Sin embargo, había algo que lo preocupaba: su amigo el Diablillo Sucio, un pequeño travieso que siempre causaba lío con sus bromas.

Un día, mientras paseaban por el mercado del pueblo, Tobi vio a Doña Chola vendiendo deliciosos chichemes y enormes bollos. El aroma del chicheme, esa bebida dulce y espesa que lo hacía sentir alegre, lo hizo sonreír.

"Hola, Doña Chola, ¿me da un chicheme, por favor?" - pidió Tobi emocionado.

"Claro, Tobi, pero ten cuidado con el Diablillo Sucio. ¡No vayas a dejar que se lo lleve!" - le respondió Doña Chola, mientras le servía el chicheme.

Tobi se dio cuenta de que el Diablillo Sucio venía directo hacia ellos, preguntándose qué travesura estaba planeando.

"¿Qué haces, Diablillo?" - le preguntó Tobi con una sonrisa.

"Voy a hacer que todo se llene de cebolla, y así nadie podrá comer mis cosas ricas. ¡Ja, ja!" - respondió el Diablillo, riéndose.

Tobi se puso a pensar. No quería que el Diablillo arruinara la fiesta que se estaba organizando en la plaza, donde todos iban a bailar con sus polleras y cantar bajo la luna. Entonces, decidió usar su ingenio.

"Oye, ¿y si hacemos una competencia de chichemes y bollos? El que haga el mejor chicheme ganará un montón de chécheres!" - propuso Tobi.

"¿Chécheres? Eso suena divertido, pero no creo que puedas vencerme" - dijo el Diablillo Sucio, intrigado.

Tobi sonrió y corrió a buscar todo lo necesario. Juntos empezaron a preparar los ingredientes: la salchicha, las aceitunas, el hojaldre, todo a su paso. Mientras cocinaban, los dos amigos comenzaron a reír y a compartir historias de su infancia, olvidando por un rato las travesuras.

Cuando llegó el momento de la competencia, todo el pueblo se congregó en la plaza. La música resonaba mientras las personas lucían sus bellas polleras. Tobi y el Diablillo prepararon sus platillos, cada uno más sabroso que el otro.

Finalmente, llegó el momento de probar los chichemes y bollos. La gente aplaudía con entusiasmo. La abuela de Tobi fue la encargada de elegir al ganador.

"Tobi, me encantó tu chicheme, pero el sabor del Diablillo tiene algo especial. ¡Es muy original!" - anunció la abuela sonriendo.

"¡Pero, abuela! ¡Yo también usé la cebolla que tanto le gusta!" - protestó Tobi entre risas.

"Así es, Tobi, ¡pero lo más importante es que ambos lo disfrutaron!" - dijo la abuela mientras los abrazaba.

Aprecia lo que ambos hicieron y se dio cuenta de que lo más valioso era la amistad y la diversión, no solo quién ganó.

Desde ese día, el Diablillo Sucio se convirtió en un gran amigo de Tobi. Juntos vivieron muchas más aventuras, siempre recordando la lección de ese día: ¡la verdadera diversión está en compartir y hacer reír!

Y así, entre bailes, chichemes y chécheres, bailarinas con polleras, el pueblito de Tobi se llenó de alegría y amistad. Tobi y el Diablillo Sucio nunca olvidaron que siempre podían hacer mejor a su vida si trabajaban juntos, dejando de lado las travesuras y disfrutando de la felicidad de ser amigos.

FIN.

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