La fiesta de los fantasmas



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Fantasma, un grupo de amigos muy valientes y aventureros. Ellos se llamaban Juanito, Martita, Pedrito y Sofi. Siempre estaban buscando emocionantes aventuras para vivir juntos.

Un día, mientras exploraban el bosque cercano a su casa, escucharon un extraño ruido proveniente de una antigua mansión abandonada. Decidieron acercarse a investigar qué pasaba. Al entrar a la mansión, sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.

Era como si alguien los observara desde las sombras. De repente, apareció frente a ellos un fantasma transparente con ojos brillantes y una sonrisa amigable. Los niños se asustaron al principio pero rápidamente se dieron cuenta de que este fantasma no era malo.

Se presentó como Fermín, el fantasma travieso de la mansión. Les contó que había estado solo durante mucho tiempo y estaba aburrido sin nadie con quien jugar.

"¡Hola chicos! ¿Quieren ser mis amigos? Podemos pasar momentos divertidos juntos", dijo Fermín entusiasmado. Los niños miraron unos a otros y luego sonrieron al mismo tiempo. "Claro que sí", respondieron al unísono. A partir de ese momento comenzó una gran amistad entre ellos.

Juntos jugaron escondidas en las habitaciones polvorientas de la mansión embrujada y armaron puzles misteriosos en el sótano oscuro. Pero no todo era diversión, Fermín les confesó que estaba triste porque mucha gente tenía miedo de los fantasmas y siempre huían de él.

Los niños se sintieron mal por su amigo y decidieron ayudarlo a cambiar la percepción que las personas tenían sobre los fantasmas. "¡Vamos a demostrarle a todos que los fantasmas pueden ser divertidos y amigables!", exclamó Juanito con determinación.

El grupo de amigos planificó una gran fiesta en la mansión para mostrarle al pueblo entero lo genial que era Fermín. Decoraron el lugar con luces brillantes, música alegre y comida deliciosa.

Cuando llegó la noche de la fiesta, los habitantes del pueblo llegaron asustados pero curiosos. Al principio tenían miedo de acercarse al fantasma, pero poco a poco fueron perdiendo el temor al darse cuenta de lo amigable que era Fermín.

Los niños organizaron juegos divertidos donde todos podían participar junto al fantasma travieso. Hubo carreras de sacos, concursos de baile y hasta un karaoke espeluznante. La risa llenaba el aire mientras los niños y adultos disfrutaban juntos.

Al finalizar la fiesta, todos se despidieron felices y emocionados por haber conocido a Fermín. "Gracias chicos por mostrarnos lo maravilloso que puede ser tener un amigo fantasma", dijeron algunos vecinos con gratitud en sus ojos. Desde ese día, Villa Fantasma nunca volvió a tener miedo de los fantasmas.

Aprendieron que no hay que juzgar sin conocer y que las apariencias engañan. Además, descubrieron el valor de la amistad verdadera sin importar si alguien es diferente o no.

Juanito, Martita, Pedrito y Sofi siempre recordarán la aventura en la que salieron corriendo con un fantasma y cómo cambiaron la percepción de su pueblo. Y Fermín, el fantasma travieso, estará eternamente agradecido por haber encontrado amigos tan especiales.

Y así, juntos demostraron que no hay nada más poderoso que el amor y la amistad para derribar prejuicios y construir un mundo más inclusivo.

FIN.

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