La Fiesta de los Regalos Perdidos
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegría, donde la Navidad se celebraba con luces brillantes, villancicos y, sobre todo, muchos regalos. Todos los niños del pueblo esperaban con ansias la nochebuena, ya que el abuelo Nicolás, el simpático cartero, siempre organizaba una increíble fiesta con regalos para todos.
Un día, mientras ayudaba a su abuelo a preparar la fiesta, una niña llamada Lucía escuchó un ruido extraño.
"¿Qué fue eso, abuelo?" - preguntó Lucía, mirando hacia el patio.
El abuelo Nicolás sonrió y dijo:
"Tal vez es un duende travieso que vino a ver cómo preparamos los regalos!"
Lucía se emocionó. Pero, al mirar más de cerca, no había duendes, solo una caja polvorienta escondida detrás de un arbusto. Curiosa, la niña se acercó y levantó la tapa. ¡Era una caja llena de juguetes viejos y rotos!"Abuelo, ¿qué hacemos con esto?" - preguntó Lucía, horrorizada al ver los colores desvaídos.
"Eso solía ser nuestra caja de regalos perdidos. Algunos niños no tienen juguetes nuevos, pero esos pueden ser reparados y darles una segunda oportunidad." - respondió el abuelo con una mirada sabia.
"¿Podemos arreglarlos juntos?" - sugirió Lucía con entusiasmo.
Eso fue el comienzo de una gran aventura para Lucía y su abuelo. Pasaron días arreglando los juguetes. Pintaron muñecas, cosieron ositos de peluche y repararon coches de madera. Las risas llenaron la casa mientras trabajaban codo a codo.
Un día, mientras reparaban un robot, Lucía se dio cuenta de que los juguetes no solo estaban rotos, sino que también tenían historias que contar.
"Este robot debe haber sido muy querido por un niño, ¿no es así, abuelo?" - comentó.
"Sí, Lucía. Cada juguete tiene un pasado y puede hacer feliz a otro niño si dejamos que vuelva a ser querido." - afirmó su abuelo.
La noche de la fiesta llegó y la casa del abuelo Nicolás estaba decorada con luces brillantes. Los niños fueron llegando, todos llenos de alegría. Al momento de repartir los regalos, Lucía sintió un nudo en la garganta. ¿A quién le darían esos juguetes viejos?
Cuando llegó su turno de hablar, Lucía se armó de valor.
"¡Esperen! Tengo algo especial para compartir con ustedes." - dijo, señalando la mesa llena de juguetes reparados.
Los niños se acercaron, curiosos. Lucía explicó cómo había encontrado la caja de juguetes perdidos y cómo habían trabajado juntos para repararlos.
"Estos juguetes son para compartir con quienes no tienen. ¡Vamos a hacer felices a otros niños también!" - propuso Lucía.
Los niños aplaudieron y comenzaron a elegir los juguetes, emocionados de poder regalarlos a quienes los necesitaban. La risa y la alegría llenaron la habitación, y pronto el espíritu de la Navidad se hizo más fuerte que nunca.
"¿Por qué no hacemos una fiesta de regalos perdidos todos los años?" - sugirió uno de los niños.
"¡Me encanta la idea! Así más juguetes pueden encontrar una nueva casa cada Navidad!" - exclamó Lucía.
Desde ese día, Villa Alegría no solo celebró la llegada de Santa con regalos nuevos, sino que también esperó con ilusión la fiesta de los regalos perdidos, donde todos los niños podían aprender sobre la importancia de compartir y dar una segunda oportunidad a lo que alguna vez fue querido.
Y así, el abuelo Nicolás y Lucía enseñaron a todos que la verdadera alegría de la Navidad está en compartir y hacer felices a los demás.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.