La Fiesta de los Ritmos



Era una mañana radiante en el pueblo de Rítmicia, un lugar donde la música siempre estaba presente. Los niños de la escuela infantil, llenos de energía, se preparaban para el gran evento: la Fiesta de los Ritmos, un encuentro donde todos iban a compartir canciones, juegos y, sobre todo, mucho movimiento corporal.

La profesora Sol, una mujer alegre con un tambor en su mano, reunió a los niños en el patio.

"¡Hola, pequeños ritmistas! ¡Hoy vamos a aprender a hacer música con nuestro cuerpo!" - exclamó Sol con entusiasmo.

Los niños vitorearon, llenos de emoción.

"¿Saben lo que vamos a hacer? ¡Vamos a formar dos grupos para una ronda musical!" - continuó la profesora.

Sara, una de las más pequeñas, levantó la mano.

"¿Podemos hacer palmas y saltar al mismo tiempo, profe?" - preguntó.

"¡Claro que sí, Sara! Cuanto más movimientos, mejor. Vamos a empezar con el juego de las palmas. Escuchen el ritmo y sigan mis movimientos" - fue la respuesta de la profesora.

Así, los niños formaron un círculo, donde la profesora comenzó a dar la señal. Juntos, aplaudían: "¡PUM PUM!", y luego movían los pies al compás de la música que salía de un altavoz mágico.

"¡Un, dos, tres! Ahora hacia la derecha, ¡a la izquierda!" - autorizó Sol, y los niños se movían con alegría, riendo. Sin embargo, mientras todos se divertían, la pequeña Clara, que era conocida por ser un poco tímida, permaneció en su lugar, observando desde la esquina.

"¿Por qué no te unes a nosotros, Clara?" - preguntó Rocco, un niño travieso con una gran sonrisa.

"Es que... no sé si puedo hacerlo bien, me da miedo" - admitió Clara.

La profesora se acercó.

"No te preocupes, Clara. Aquí no se trata de hacerlo perfecto, sino de disfrutar y ser parte de la diversión. Ven, únete a nosotros, y si necesitas ayuda, yo estoy aquí" - dijo Sol con cariño.

Clara miró a sus compañeritos reír y bailar, y con un profundo suspiro, decidió dar un paso al frente.

"Está bien, lo intentaré" - dijo con voz temblorosa.

Cuando Clara se unió al círculo, todos la recibieron con aplausos y sonrisas. La profesora comenzó de nuevo, esta vez añadiendo un nuevo ritmo.

El círculo giraba, y los movimientos comenzaron a entrelazarse en una danza llena de energía. Los chicos se dejaron llevar por la música, y Clara empezó a sentirse parte de algo especial.

"Miren, Clara está bailando genial" - gritó Sara emocionada.

A medida que avanzaba la ronda, los otros niños se dieron cuenta de que Clara se estaba soltando, y comenzaron a clavar pasos creativos, llevando la ronda a un nuevo nivel.

"¡Hagamos un giro!" - propuso Rocco.

Con esa idea, se giraron todos al mismo tiempo, creando una espiral de risas, saltos y palmas que llenó el aire de alegría. El sol brillaba, pero incluso si se ocultara detrás de las nubes, la energía del grupo inspiraba a todos.

De repente, Sol se acercó con una gran idea.

"¡Chicos! ¿Y si hacemos una competencia de ritmos? ¡Formen equipos y elijan sus propios pasos!" - sugirió.

Los niños se miraron entusiasmados y empezaron a dividirse en equipos. Clara, ahora más segura de sí misma, decidió hacer un equipo con Sara y Rocco.

"Vamos a hacer algo original, ¡y también queremos que todos se diviertan!" - dijo Clara con una nueva chispa en su voz.

Mientras tanto, el otro grupo liderado por Mateo, empezaba a diseñar sus pasos enérgicos. Finalmente, el tiempo llegó, y cada grupo se preparó para mostrar su talento. Clara y sus amigos mostraron una coreografía divertida, llena de risas.

Los aplausos resonaron por el patio, y al final, todos votaron. Sin embargo, no importó qué equipo ganó. La profesora Sol levantó las manos y declaró:

"¡Todos ustedes son los ganadores, porque lo más importante es que disfrutaron y compartieron juntos!" - les dijo con amor.

Los niños se abrazaron, llenos de alegría por lo que habían creado juntos. Clara sonreía como nunca antes y se dio cuenta de que la música y el movimiento eran aún más maravillosos cuando se compartían en amistad.

Esa fue una lección que nunca olvidaría: lo mejor de todos esos ritmos era la unión. Desde aquel día en adelante, Clara se volvió uno de los ritmistas más entusiastas de Rítmicia.

La Fiesta de los Ritmos terminaría, pero los ecos de las risas y la música resonarían en sus corazones para siempre.

FIN.

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