La fiesta de los sabores


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una escuela muy especial. En esa escuela había una profesora llamada Guillermina, que era conocida por ser muy estricta y malvada.

Guillermina era la encargada del comedor escolar y siempre obligaba a los niños a comer toda su comida. No les permitía levantarse de la mesa hasta que terminaran todo lo que había en sus platos.

Los niños tenían miedo de ella y muchas veces se sentían muy incómodos al comer bajo su vigilancia. Pero no solo en el comedor era malvada, también en clase era igual de estricta. Les daba muchas tareas para hacer y siempre exigía que las hicieran perfectamente.

No permitía ninguna distracción ni risas en el salón de clases. Todos los días vestía de negro, lo cual le daba un aspecto aún más intimidante. Un día, llegó a la escuela un nuevo alumno llamado Juanito.

Era un niño muy curioso y valiente, dispuesto a enfrentar cualquier reto que se le presentara. Aunque al principio tenía miedo de Guillermina, pronto decidió que no dejaría que ella arruinara su experiencia escolar.

Un día, durante el almuerzo, Guillermina estaba mirando fijamente a Juanito mientras él intentaba comer todo lo que había en su plato.

Juanito se sintió tan incómodo con esa mirada penetrante que decidió hablarle:"Señorita Guillermina, entiendo que es importante comer bien, pero creo que forzar a los niños no es la mejor manera de lograrlo. Cada uno tiene diferentes gustos y apetitos". Guillermina se sorprendió por la valentía de Juanito y decidió escucharlo. "¿Qué sugieres entonces, Juanito?", preguntó ella con curiosidad.

"Creo que podríamos enseñar a los niños sobre la importancia de una alimentación saludable de una manera más divertida. Podríamos organizar juegos y actividades relacionadas con la comida, para que aprendan mientras se divierten", respondió Juanito.

Guillermina reflexionó sobre las palabras de Juanito y decidió darle una oportunidad a su propuesta. Al día siguiente, en lugar de obligar a los niños a comer, organizó un juego llamado "El Gran Banquete".

Los niños tenían que formar equipos y cada equipo representaba un grupo de alimentos diferentes. Tenían que responder preguntas sobre nutrición mientras iban avanzando en el tablero del juego. Los niños se divirtieron mucho jugando y aprendiendo al mismo tiempo.

Descubrieron qué alimentos eran buenos para su cuerpo y cómo combinarlos para tener una dieta equilibrada. También aprendieron que no todos tenían el mismo apetito y eso estaba bien. Desde ese día, Guillermina cambió su forma de enseñar.

Dejó de ser tan estricta en clase y comenzó a hacer las tareas más entretenidas. Y en el comedor escolar, dejó que los niños decidieran cuánto querían comer sin presionarlos. La escuela se convirtió en un lugar mucho más feliz gracias a la valentía y creatividad de Juanito.

Todos los niños disfrutaban aprender y comer sin miedo ni presiones excesivas. Y así, gracias al coraje de uno solo, Villa Feliz se transformó en Villa Alegre, donde la educación y el respeto eran los pilares fundamentales de cada día.

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