La Fiesta de los Sabores
Era un hermoso día en la escuela primada, donde todos los maestros eran parte de una gran familia. El maestro Guillermo Hermoso Rodríguez, conocido por su alegría y su dedicación, había tenido una larga semana. Al llegar el viernes, se sentó en su primer descanso y un anhelo apareció en su corazón: ¡quería comer un cuerito de lechón con viandas y arroz con gandules!
El aroma de la comida siempre lo había inspirado, y en su mente, esos sabores hacían eco de su niñez. Decidió compartir su deseo con sus colegas.
"Hoy tengo ganas de un cuerito de lechón, pero no cualquier cuerito, ¡quiero el de mi abuela!" - dijo Guillermo con una sonrisa.
La maestra García, que se encontraba organizando algunos materiales para la clase, levantó la vista de su trabajo.
"¡Eso suena delicioso! ¿Por qué no lo preparamos juntos?" - sugirió, y sus ojos brillaron de emoción.
"Me encantaría, pero no tengo los ingredientes" - respondió Guillermo.
"No te preocupes, yo tengo algunos en mi casa. Puedo hacer el lechón y arroz con gandules, así que puedas disfrutarlo como te gusta" - afirmó la maestra García.
Fue así como, para sorpresa de todos, se armó una pequeña fiesta en la escuela. La maestra Jamie, que siempre traía postres increíbles, escuchó la conversación y se sumó a la idea.
"Si preparan el plato principal, yo voy a hacer el postre y un rico coquito para acompañar. ¡Esto va a ser increíble!" - dijo alegremente.
La noticia se fue esparciendo y todos los maestros que han colmado el aula de risas y anécdotas se unieron a la fiesta. Cada uno se ofreció a traer algo, así que la celebración se fue transformando en un almuerzo comunitario lleno de cariño y sabor.
Pero no todo salió como esperaban. Unos minutos después, mientras la maestra García estaba mezclando el arroz con gandules, un pequeño accidente ocurrió. La olla se volcó y todo el arroz se derramó por el piso.
"¡Ay no! ¡Todo mi esfuerzo!" - exclamó García, con un leve pucherito en su rostro.
Guillermo, con su habitual optimismo, corrió hacia ella.
"No te preocupes, siempre podemos intentar de nuevo. ¡Juntos podemos hacer más!" - le dijo. Todos se unieron, y comenzaron a recoger el arroz, riendo sobre la escenita.
Luego de limpiar, decidieron que no podían dejar que un pequeño accidente arruine el día. Con la ayuda de todos, la maestra García comenzó otra vez, esta vez con el apoyo de sus colegas que la motivaron a seguir adelante.
Finalmente, lograron preparar un tremendo banquete y los aromas que emanaban de la cocina hacían que todos se sintieran felices. Al momento de servir la comida, Guillermo hizo una pausa:
"Gracias a todos por ser parte de esto. Hoy aprendí que, aunque surjan problemas, lo importante es siempre contar con amigos y trabajar juntos. ¡A disfrutar!" - dijo.
Todos sentaron en la mesa decorada, llena de alegría y risas. Cuando llegó el momento del postre, la maestra Jamie sacó un delicioso flan y el coquito fresco, que fue la cereza del pastel.
"¡Esto es lo mejor!" - dijo uno de los niños, mientras todos reían a su alrededor.
La comida compartida llenó no solo sus estómagos, sino también sus corazones de gratitud y compañerismo. Al final del día, el maestro Guillermo aprendió que los mejores momentos son aquellos que se disfrutan en buena compañía, y que la unión puede convertir cualquier problema en una buena anécdota para contar.
Y así, aquel día terminó con una gran sonrisa en cada uno. Todos se despidieron con un abrazo y una promesa: volver a encontrarse, no solo para comer delicioso, sino para hacer de la escuela un lugar lleno de cariño y diversión, donde cada desafío se convierte en una oportunidad de aprender juntos.
Y colorín colorado, ¡este cuento se ha terminado!
FIN.