La Fiesta de Luna
Luna era una niña alegre y curiosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Un día, escuchó de sus amigas sobre una gran fiesta que se celebraría en la plaza del pueblo. La fiesta prometía música, juegos y magia. ¿Podría ser posible?
Esa tarde, mientras cenaba con su familia, no pudo contener su emoción.
"Mamá, papá, ¡hay una fiesta en la plaza esta noche! ¿Puedo ir?"- preguntó Luna, moviendo sus pies de un lado a otro.
"¿Pero a qué hora empieza, Luna?"- respondió su mamá, con un tono de preocupación.
"Empieza a las ocho y dice que es solo por un par de horas"- contestó ella, con la esperanza de que sus padres aceptaran.
"Está bien, siempre que vayas con tus amigas y regresen antes de la medianoche"- dijo finalmente su papá.
Luna no podía creerlo. Se vistió con su vestido favorito, un hermoso vestido azul que hacía juego con sus ojos brillantes. En la plaza, la música sonaba y había luces de colores por todas partes.
"¡Luna! ¡Ven que te enseñamos a bailar!"- gritaron sus amigas desde la pista de baile.
"¡Sí! ¡Voy!"- exclamó Luna, y corrió hacia ellas.
A medida que pasaba la noche, Luna se divirtió mucho. Reía, bailaba y disfrutaba de la compañía de sus amigas. Pero de repente, notó que una de sus amigas, Sofía, parecía triste.
"¿Sofía, qué te pasa?"- preguntó Luna, acercándose a ella.
"No sé... me siento un poco sola. Todos parecen tener pareja y yo estoy aquí sola"- dijo Sofía, mirando el suelo.
"No te preocupes. Podemos divertirnos sin tener que estar con parejas. ¡Bailamos juntas!"- propuso Luna con entusiasmo.
"¡Está bien!"- dijo Sofía, sonriendo un poco.
Así que Luna y Sofía salieron a bailar juntas y se unieron a sus otras amigas. Al poco tiempo, estaban riendo y saltando a ritmo de la música.
Pero después de un rato, Luna se dio cuenta de que otro grupo de niños estaba haciendo un espectáculo de malabares.
"¡Miren! ¡Hacen malabares! Vamos a verlos"- dijo Luna emocionada.
"Me encantaría, pero tengo un poco de miedo. No sé si es para mí"- reconoció Sofía.
"¡Animáte! Podemos hacer algo divertido juntas. Si no te gusta, siempre podemos volver a bailar"- respondió Luna, convencida.
Y así lo hicieron. Las cuatro amigas se acercaron al espectáculo y comenzaron a aplaudir y reír. De repente, un niño del grupo de malabaristas se acercó a ellas.
"¿Quieren aprender a hacer malabares?"- les preguntó.
"¿En serio?"- exclamó Luna, muy emocionada.
"Claro, es muy fácil, ¡solo necesitan un poco de práctica!"- dijo el niño sonriendo.
"Yo quiero intentar, por favor"- dijo Sofía, que ahora estaba llena de confianza.
El niño les enseñó a lanzar y atrapar las pelotas. Al principio era un poco complicado, pero después de algunos intentos, las risas y los aplausos empezaron a resonar entre ellas.
"¡Lo logré! ¡Miren!"- gritó Luna mientras hacía malabarismos con dos pelotas.
"¡Sos una genia!"- aplaudió Sofía.
"Esto es muy divertido, gracias Luna por animarnos"- agregó otra amiga.
Pasó el tiempo y Luna se dio cuenta de que la fiesta había sido aún mejor de lo que imaginó. No solo había bailado y reído con sus amigas, sino que también había encontrado una nueva actividad que disfrutarían juntas.
Finalmente, cuando la noche comenzó a apagarse y las luces de la plaza se iban, Luna y sus amigas se despidieron de la fiesta.
"Fue una noche increíble. ¡Gracias por venir, chicas!"- dijo Luna.
"Sí, ¡gracias! Eres la mejor, Luna"- le dijeron sus amigas.
Y así, mientras regresaban a casa, Luna se dio cuenta de que a veces, solo necesitas un poco de valentía y un gran corazón para convertir una noche ordinaria en una fiesta mágica. Desde ese día, cada vez que había una fiesta, Luna aseguraba que todas se divertieran juntas, porque cada momento compartido era especial.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.