La Fiesta de Mateo



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy especial, siempre con una sonrisa en su rostro a pesar de estar enfermo y tener pocos amigos.

Vivía solo con su padre, quien trabajaba duro para poder cuidar de él. Un día, Mateo decidió que quería hacer algo especial por los demás niños del pueblo.

Aunque no tenía muchos amigos, sabía lo importante que era la amistad y la alegría en la vida de las personas. "Papá, ¿crees que podríamos organizar una fiesta para todos los niños del pueblo?" -le preguntó Mateo a su padre con entusiasmo.

Su padre lo miró sorprendido por la propuesta de su hijo, pero al ver la ilusión en sus ojos, no pudo negarse. Juntos comenzaron a planificar la fiesta: prepararon invitaciones coloridas, decoraron el parque con globos y luces, e incluso cocinaron galletitas para compartir con todos.

El día de la fiesta llegó y los niños del pueblo se reunieron en el parque sin saber quién había organizado todo. Cuando vieron a Mateo junto a su padre, algunos se sorprendieron al verlo tan animado a pesar de estar enfermo.

"¡Bienvenidos a la fiesta sorpresa!" -exclamó Mateo con una gran sonrisa-. "Quería hacer algo especial para todos ustedes porque sé lo importante que es tener amigos y compartir momentos felices juntos".

Los niños se emocionaron al escuchar las palabras de Mateo y pronto empezaron a jugar y reír juntos. Descubrieron que tenían mucho en común y disfrutaron cada momento de aquella tarde mágica. Sin embargo, cuando ya estaba atardeciendo, una fuerte tormenta amenazaba con arruinar la fiesta.

Los niños comenzaron a preocuparse por tener que irse antes de tiempo. "No se preocupen", dijo Mateo con determinación-.

"¡Todavía podemos seguir divirtiéndonos bajo la lluvia!"Y así fue como los niños continuaron jugando bajo la lluvia mientras reían y saltaban en los charcos. La alegría de aquel momento les demostró que no importaba cuántos amigos tuvieras o si estabas enfermo; lo importante era disfrutar cada instante al máximo.

Al finalizar la fiesta, los padres vinieron a reagarrar a sus hijos y se sorprendieron al descubrir que había sido Mateo quien organizó todo. Lo felicitaron por su valentía y generosidad, mientras que los niños le prometieron ser mejores amigos desde ese día en adelante.

Desde entonces, Mateo dejó de sentirse solo pues descubrió que el verdadero valor de la amistad va más allá de las circunstancias difíciles.

Y así, entre risas y abrazos bajo la lluvia, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde siempre reinaba la esperanza y el cariño entre todos sus habitantes.

FIN.

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