La Fiesta de Nicolás
Era un hermoso día de primavera en el bosque. Los árboles estaban llenos de flores y el aire olía a hierba fresca. Nicolás, el conejo, saltaba de un lado a otro de su madriguera, emocionado porque su cumpleaños se acercaba. Sin embargo, a pesar de su alegría, había algo que lo inquietaba.
"¿Qué pasará si a los animales no les gusta la fiesta?" - murmuró Nicolás mientras movía su patita nerviosamente.
Justo en ese momento, apareció Rulo, el pequeño oso con unos rulos adorables. Su sonrisa era tan brillante como el sol.
"¡Nicolás! ¡Qué alegría verte! ¿Qué te preocupa?" - preguntó Rulo, notando la expresión en la cara de su amigo.
"Quiero hacer una fiesta por mi cumpleaños, pero no sé por dónde empezar..." - confesó Nicolás.
"No te preocupes, te ayudaré a planearla. ¡Va a ser increíble!" - exclamó Rulo, dando un pequeño salto de emoción.
Ambos amigos se sentaron al pie de un gran árbol y comenzaron a hacer una lista de cosas que podían hacer. Rulo, con su energía contagiosa, sugirió juegos divertidos.
"Podemos hacer una carrera de sacos, una búsqueda del tesoro y hasta un concurso de saltos. ¡Va a ser la mejor fiesta del bosque!" - dijo Rulo, agitando sus patas en el aire.
Nicolás se sintió un poco más tranquilo, pero aún había algo que le preocupaba.
"Y... ¿y si los otros animales no quieren venir?" - preguntó, con un hilo de voz.
"¡Claro que querrán! A todos les encanta la diversión. Además, ¡vos sos el cumpleañero! Todos quieren celebrar contigo" - respondió Rulo, dándole una palmadita en la espalda.
Empezaron a invitar a los amigos: la ardilla Clara, el ciervo Leo, la tortuga Tula y hasta el sabio búho Mateo. Todos estaban entusiasmados por la fiesta. Con cada invitación, la confianza de Nicolás iba creciendo.
El gran día llegó. El sol brillaba en todo su esplendor y los animales comenzaron a llegar. La celebración se llevó a cabo en un claro del bosque, adornado con flores silvestres y globos hechos de hojas. Nicolás, vestido con una pequeña pajarita, recibió a cada uno de sus amigos con una gran sonrisa.
"¡Estoy tan feliz de que estén aquí!" - exclamó Nicolás, saltando de alegría.
Los juegos comenzaron. Rulo dirigió la carrera de sacos con mucho entusiasmo, mientras Clara, la ardilla, se ocupaba de esconder los tesoros para la búsqueda. El concurso de saltos fue el más divertido de todos, con todos los animales compitiendo y riendo a carcajadas.
Sin embargo, justo cuando todo parecía perfecto, una nube oscura apareció en el cielo, y de repente, empezó a llover.
"¡Oh no! La lluvia arruinará la fiesta..." - se lamentó Nicolás, sintiendo que toda su felicidad se desvanecía.
Pero Rulo no se rindió. Miró a su alrededor y tuvo una idea brillante.
"¡No dejemos que la lluvia nos detenga!" - gritó. "Vamos a trasladar la fiesta a la cueva de Tula. ¡Ahí estaremos secos y seguiremos divirtiéndonos!" -
Todos los animales, motivados por el entusiasmo de Rulo, se pusieron a trabajar rápidamente. Reorganizaron mesas, llevaron la comida y decoraciones a la cueva.
"¡Nunca pensé que podría ser tan divertida una fiesta en una cueva!" - exclamó Clara mientras colgaba flores en la entrada.
Finalmente, todos los animales se acomodaron en la cueva. Aunque no era lo que Nicolás había imaginado, se sintió abrazado por la calidez y la alegría de sus amigos.
"Mira, Nicolás, esto es aún mejor. ¡Estamos todos juntos, y eso es lo que importa!" - comentó Rulo, mientras todos aplaudían y se reían.
La lluvia suave se convirtió en música y se sumó a las risas de la fiesta. Nicolás comprendió que lo importante no era el lugar, sino la compañía y el amor que compartían. Jugaron, comieron torta de zanahoria, cantaron canciones bajo las rocas y disfrutaron cada momento.
Al final de la fiesta, Nicolás sintió una gran felicidad en su corazón.
"Gracias a todos por venir. Esta ha sido la mejor fiesta de todas, y ¡todo gracias a ustedes!" - dijo con una sonrisa.
"¡Y gracias a Rulo por ser el mejor amigo del mundo!" - añadió Clara.
Nicolás se dio cuenta de que juntos podían superar cualquier adversidad. Desde ese día, nunca volvió a sentir miedo de organizar una fiesta, porque sabía que, pase lo que pase, sus amigos siempre estarían a su lado.
FIN.