La fiesta de Pentecostés y la ayuda a Sofía
Era un día soleado en el barrio de San Martín y los niños estaban emocionados por la fiesta de Pentecostés que iban a preparar con su catequista, la señora Ana.
Todos se reunieron en la iglesia para comenzar a planificar la celebración. "¿Qué es Pentecostés?", preguntó Juanito, un niño curioso. "Es el día en que recibimos al Espíritu Santo", respondió la señora Ana. "¡Y qué es el Espíritu Santo?", preguntó otra niña llamada Sofía.
"Es como una fuerza divina que nos llena de amor y nos da dones especiales", explicó la catequista. Los niños escucharon atentamente y comenzaron a idear cómo podrían representar esto en su fiesta.
Decidieron hacer una obra de teatro donde cada uno interpretaría uno de los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Durante los ensayos, los niños aprendieron mucho sobre estos dones y cómo podían aplicarlos en sus vidas cotidianas. Pero algo inesperado sucedió cuando faltaba solo un día para la fiesta: Sofía se enfermó repentinamente y no pudo asistir a la celebración. "¿Y ahora qué hacemos sin nuestra actriz principal?", preguntó preocupada María José.
Juanito pensó por unos segundos antes de proponer una idea:"Podríamos hacer algo diferente. En lugar de enfocarnos en los siete dones del Espíritu Santo, podríamos hablar sobre cómo podemos ayudar a Sofía en este momento difícil".
Los demás niños asintieron emocionados ante la idea y comenzaron a planificar su nueva obra de teatro. Decidieron que cada uno representaría una acción que podrían hacer para ayudar a Sofía: llevarle comida, hacerle compañía, orar por ella, entre otras cosas.
La fiesta llegó y los niños presentaron su obra con mucho entusiasmo. Sorprendentemente, fue la mejor actuación que habían hecho hasta ese momento.
Al final de la celebración, Sofía apareció sorpresivamente en el escenario y les dio las gracias por todo lo que habían hecho por ella. "Gracias chicos, me siento muy feliz de tener amigos como ustedes", dijo Sofía con lágrimas en los ojos. Los niños se abrazaron emocionados mientras la señora Ana observaba orgullosa desde lejos.
Habían aprendido que el Espíritu Santo no solo se manifiesta en los dones especiales, sino también en las acciones cotidianas de amor y amistad hacia los demás.
FIN.