La Fiesta de Samuel
Era un cálido viernes por la tarde cuando Samuel, un chico de 12 años, recibió la noticia de que sus padres tendrían que salir esa noche. - Samuel, por favor, cuídate y no hagas nada raro - le dijo su mamá, mientras guardaba su abrigo. Samuel asintió, pero en su mente ya empezaba a gestarse una idea emocionante. ¿Y si hacía una fiesta?
A medida que sus padres se alejaban en el auto, Samuel fue a su habitación y comenzó a planificar. Tenía un montón de amigos que le encantaría invitar. Después de todo, su casa era un buen lugar para una reunión. Emocionado por la idea, sacó su teléfono y comenzó a enviar mensajes. - ¡Feliz viernes! Estoy en casa solo, ¡están todos invitados a mi fiesta esta noche! - escribió a sus amigos.
Al poco tiempo, su habitación se llenó de risas y música. La fiesta estaba en pleno apogeo. - ¡Esto es increíble, Samuel! - exclamó su amigo Lucas, mientras bailaba junto a la consola de juegos. - Sí, nunca pensé que tendrías el valor de hacer esto solo - agregó Valentina, sonriendo.
A medida que la noche avanzaba, llegaron más amigos y la casa se llenó de diversión. Pero en medio del bullicio, Samuel comenzó a sentirse un poco abrumado. Un par de amigos estaban discutiendo sobre quién ganaría el próximo videojuego, y otros estaban un poco ruidosos. - Chicos, intentemos calmarnos un poco - pidió Samuel, sintiendo que necesitaba recuperar el control.
Sin embargo, no fue recibido bien. - ¡Vamos, Samuel! ¡Es una fiesta! - gritó Ignacio, mientras lanzaba una almohada a su lado. Samuel sintió que la diversión se volvía caótica. Entonces, decidió hacer algo diferente. - ¡Escuchen todos! - llamó a sus amigos. - ¡Hagamos una competencia de juegos en equipo! El equipo que gane elegirá el próximo juego que jugaremos. Todos se miraron y luego asintieron entusiasmados.
Así que, en lugar de caos, comenzaron a jugar en equipos. Cada vez que un equipo ganaba, se celebraba con aplausos y sonrisas. Samuel observó cómo todos se unían por la diversión y la camaradería. Pero de repente, tocaron el timbre.
Samuel, con el corazón acelerado, se dio cuenta de que había olvidado que debía esconder rápidamente unas cosas. - ¿Quién será? - preguntó, preocupado. - ¡No sé, pero abrilo! - dijo Lucas, intrigado. Samuel abrió la puerta, y se encontró con su vecino, el señor García, un hombre mayor que parecía un poco confundido. - Buenas noches, ¿todo bien? Escuché un poco de ruido y pensé que quizás necesitabas ayuda - dijo el señor García, mirando a los chicos.
Samuel se sintió apenado, pero rápidamente recordó lo que había aprendido de sus padres sobre ser un buen anfitrión. - ¡Hola, señor García! Estamos teniendo una pequeña reunión y nos encantaría que se uniera a nosotros.
Los ojos del anciano brillaron de sorpresa. Luego, sonrió y dijo: - Bueno, gracias, pero creo que soy un poco viejo para esto. Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien. - Está todo perfecto, sólo un poco de ruido de emociones - respondió Samuel. - ¡Por favor, siéntese aquí si le gustaría! - insistió. El señor García, sorprendido por la invitación, terminó participando en un par de juegos y se rió con todos ellos.
La fiesta continuó y la risa llenó el ambiente. Samuel se sintió feliz de ver a sus amigos divertirse y, al mismo tiempo, logró compartir un momento especial con su vecino. Utilizando su creatividad, transformó lo que podría haber sido una noche caótica en una oportunidad para fortalecer lazos, no solo con sus amigos, sino también con alguien que estaba un poco solo.
Finalmente, cuando todo terminó y los amigos empezaron a irse, Samuel se sintió satisfecho y un poco cansado. Había logrado hacer de su primera fiesta en casa una experiencia memorable. Y lo más importante, había aprendido que invitar a otros a compartir la alegría puede transformar la situación más sencilla en algo extraordinario.
Cuando sus padres regresaron, Samuel les contó sobre la fiesta. - No tengo palabras - dijo su mamá, sonriendo. - Todo salió bien y no hubo problemas, ¿verdad? - ¡Ninguno! - respondió Samuel, satisfecho de su noche. - Y el señor García jugó con nosotros. Fue genial.
Los padres de Samuel, al escuchar esto, intercambiaron miradas satisfechas. Habían criado a un buen chico que supo ser responsable y a la vez divertido. Y así, la fiesta de Samuel no solo fue una celebración, sino una lección sobre compartir y cuidar a los demás.
FIN.