La Fiesta de Santiago
Era una noche mágica en el pequeño pueblo de Santa Clara. La luna llena iluminaba las calles y todo el mundo se había reunido en la plaza central para celebrar el centenario de Santiago Gutiérrez, un anciano querido por todos. Las luces de colores decoraban los árboles y se escuchaba el alegre sonido de una banda típica tocando música folclórica. La gente comenzó a bailar al son del acordeón, el bombo y la guitarra.
"¡Mirá, Marta! ¿Ves esa estrella brillante arriba? ¡Es la más bonita de toda la noche!" - exclamó Juanito, un niño inquieto, señalando el cielo.
"Sí, Juanito, ¡brilla como tus ojos cuando estás divertido!" - respondió Marta, su amiga, mientras giraba en su vestido colorido.
Los adultos reían, compartían anécdotas y disfrutaban de comidas tradicionales como empanadas y locro. Al fondo, Santiago, con su sombrero de ala ancha, observaba la alegría de su comunidad, satisfecho de ver a todos unidos.
"¡Santiago! ¡Ven a bailar!" - gritó una vecina.
"¡Sí, abuelo! ¡Bailá con nosotros!" - instó Juanito, corriendo hacia él.
Pero en ese momento, un fuerte viento sopló y agitó las decoraciones. La música se detuvo y todos miraron hacia el cielo, preocupados.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Marta, con la voz temblorosa.
"No se preocupen, chicos. Es solo un poco de viento. A veces, la naturaleza quiere unirse a la fiesta también. ¡Sigamos!" - dijo Santiago mientras movía su sombrero y sonreía.
La banda comenzó nuevamente y todos se unieron, esta vez con más energía. El viento parecía bailar con ellos, moviendo las luces y creando sombras caprichosas.
De repente, una figura apareció en la distancia. Era un viejo vendedor de globos que, atraído por la música, se acercaba a la plaza.
"¡Hola, buenos amigos! Traigo globos de todos los colores. Elijan el que más les guste y sigamos celebrando esta increíble fiesta en honor a nuestro querido Santiago!" - gritó el vendedor.
Juanito, emocionado, corrió hacia él.
"¡Quiero un balón azul!" - dijo, casi sin aliento.
"Y yo uno rojo, por favor!" - agregó Marta.
Los niños fueron a elegir sus globos y, de repente, Santiago tuvo una idea brillante.
"¿Y si hacemos una competencia de globos? Quien logre que su globo vuele más alto, ganará un premio sorpresa. ¡Pero deben prometer que lo compartirán con todos!" - propuso, guiñando un ojo.
"¡Sí! ¡Sí! ¡Quiero participar!" - gritó Juanito.
El vendedor de globos comenzó a repartirlos a todos los que querían participar de la competencia. Las risas llenaron el aire. Cada niño sostenía su globo con fuerza, listos para dejarlos volar al mismo tiempo.
"1, 2, 3... ¡fuera!" - gritó Santiago. En un instante, todos soltaron sus globos y los vieron elevarse hacia la luna brillante.
"Mirá cómo vuelan, ¿no son hermosos?" - exclamó Marta, con los ojos iluminados por la magia del momento.
Sin embargo, algo inusual ocurrió. Un grupo de globos se unió en un torbellino y formó una figura en el cielo. Todos miraron maravillados mientras los globos danzaban en el aire.
"Parece un corazón gigante, ¿no?" - observó Juanito.
"Sí, y simboliza nuestro cariño por Santiago y por nuestra comunidad" - dijo Marta, con una sonrisa.
La gente aplaudió y rió con alegría.
"Esto es lo que hace a nuestra comunidad especial: el amor y la unión. ¡Sigamos festejando!" - gritó Santiago, emocionado.
A partir de esa noche, cada año, en honor a Santiago, el pueblo celebraría una competencia de globos, recordando siempre que cada uno de ellos representaba un pedacito de amor y amistad. La luna llena se convirtió en un símbolo de su conexión, y Santiago siempre sería recordado como el hombre que unió a su comunidad con amor y música.
Y así, la fiesta continuó, llena de danza, risas y la magia de la unidad por siempre.
FIN.