La Fiesta de Santiago Amoltepec
En el hermoso pueblo de Santiago Amoltepec, la brisa fresca de la montaña anunciaba la llegada de la esperada festividad en honor a Santiago Apóstol. Los colores vibrantes de las banderas, las risas de los niños y el aroma de las delicias que se cocinaban en cada hogar llenaban el aire.
La pequeña Valentina no podía contener su emoción.
"¡Mamá! ¿Ya podemos empezar los preparativos para la fiesta?"
"Claro, Valentina. Pero primero, debemos ayudar a abuela Luisa con el altar. ¿Te gustaría acompañarme?"
"¡Sí! ¡Quiero verlo todo!"
Mientras caminaban, Valentina pensaba en las historias que su abuela le contaba sobre la festividad y cómo los antiguos pobladores celebraban de mil maneras. Al llegar a la casa de la abuela, encontraron un salón lleno de flores, velas y fotos de familiares que habían dedicado sus vidas al pueblo.
"Mirá lo que he preparado, pequeña. Estas flores representan la alegría de nuestra comunidad y las velas son las luces que guían a nuestra gente en el camino de la historia".
"¡Son hermosas, abuela!"
Esa tarde, mientras decoraban el altar, Valentina recordó la leyenda que su abuela le había contado: la historia de cómo el pueblo había superado tiempos difíciles y cambiado para siempre gracias a su unión. Justo en ese momento, el pequeño Tomás, su amigo de la escuela, apareció en la puerta con una gran sonrisa.
"¡Valentina! ¡Ya están rigando el campo para la carrera de sacos! ¡Ven a jugar!"
"Espérame un segundo, Tomás. Primero tengo que ayudar a la abuela."
"¡Dale, rápido! Ahorra tiempo para la fiesta!"
Después de ayudar a la abuela, Valentina corrió hacia el campo. Allí, los niños se preparaban para la emocionante carrera en sacos, una tradición del pueblo.
"¿Estás lista para ganar?" le preguntó Tomás mientras se subía a su saco.
"¡Por supuesto! Pero recuerda, lo más importante es divertirnos juntos"
"Sí, tenés razón. ¡A la cuenta de tres!"
Los niños saltaron, riendo, y pronto el campo se llenó de alegría. Pero, de repente, un gran estruendo sonó en el aire. Las miradas se dirigieron hacia el cielo.
"¿Qué fue eso?" preguntó Valentina, preocupada.
"¡La grúa de Don Andrés! Parece que se rompió!" gritó una de las chicas.
"¡Ay no! ¿Y la decoración de la plaza?" se asustó Tomás.
Valentina recordó que todos debían trabajar juntos para solucionar el problema.
"¡Vamos a ayudar a Don Andrés! Necesitamos que la fiesta siga adelante!"
"Pero, ¿podremos hacerlo a tiempo?"
"Si cada uno aporta su talento, seguro que sí!"
Y así, Valentina y Tomás lideraron a sus amigos hacia la casa de Don Andrés. Juntos, amanecieron y se organizaron para levantar y reparar la grúa.
"Yo tengo una idea. Si formamos varias cadenas para pasar las piezas podríamos hacerlo más rápido" sugirió Valentina.
"Buena idea, Valentina. Vamos, chicos!" gritaron todos con entusiasmo.
A medida que pasaban las piezas entre todos, Valentina notó que trabajaban en equipo y se ayudaban mutuamente. Al final del día, la grúa estaba reparada y la plaza ya podía ser decorada.
"¡Lo logramos!" exclamó Valentina.
"Sí, ¡fuimos un gran equipo!" celebró Tomás.
"¡Esta fiesta será inolvidable!"
Y así, la noche de la festividad llegó. Todos se reunieron en la plaza, las luces y las decoraciones brillaban, mientras delicias típicas, risas y bailes llenaban el lugar.
Valentina miró a su alrededor y se dio cuenta de que lo más importante no era solo la fiesta sino cómo habían trabajado juntos para hacerla posible.
"¡Esto es más que una celebración! Es nuestra historia, nuestra unión!" dijo Valentina.
Toda la comunidad brindo un aplauso y terminó la noche con danzas y risas, sintiéndose más unidos que nunca. Y así, Santiago Amoltepec continuó su tradición, no solo celebrando a Santiago Apóstol, sino celebrando la fuerza del trabajo en equipo y la amistad, valores que el pueblo siempre llevaría en su corazón.
Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.
FIN.