La fiesta del sol y la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Solcito, una escuela muy especial. En ella, los niños y niñas aprendían no solo matemáticas y ciencias, sino también valores como el respeto, la amistad y la solidaridad.

Un día soleado de primavera, llegó un niño nuevo a clase proveniente del Sahara. Se llamaba Amadou y tenía unos ojos brillantes que reflejaban todo el amor por su tierra natal.

Su piel era morena como el caramelo y su sonrisa iluminaba cualquier lugar donde se encontrara. El maestro don Benito presentó a Amadou a sus compañeros de clase: "Chicos y chicas, hoy tenemos un nuevo integrante en nuestra familia de Solcito.

Les presento a Amadou, quien viene desde el lejano Sahara". Todos los niños quedaron sorprendidos al verlo, pero rápidamente se acercaron para darle la bienvenida con abrazos cálidos y palabras amables. "¡Hola Amadou! ¡Bienvenido a nuestra escuela!", exclamó Sofía emocionada.

"¡Hola chicos! Muchas gracias por recibirme tan bien", respondió Amadou con timidez. Desde ese día, todos los días eran una aventura para Amadou en su nueva escuela.

Los niños compartían sus juegos favoritos con él e incluso le enseñaban palabras nuevas en español mientras él les enseñaba palabras en su idioma nativo. Un día, durante el recreo, los niños notaron que algo preocupaba mucho a Amadou.

Se acercaron corriendo hacia él para preguntar qué sucedía:"Amadou ¿qué te pasa? ¿Por qué estás triste?", preguntó Pedro con preocupación en su voz. Amadou suspiró y respondió: "Extraño mucho mi hogar. Extraño el desierto, los cálidos abrazos de mi familia y la música que se escucha por las noches. Me siento un poco solo aquí".

Los niños se miraron entre sí, pensando cómo podrían ayudar a su amigo Amadou a sentirse mejor.

Fue entonces cuando Sofía tuvo una brillante idea:"¡Ya sé! Podemos hacer una fiesta sorpresa para Amadou, donde recrearemos un pedacito del Sahara en nuestra escuela", dijo emocionada. Todos los niños asintieron entusiasmados y comenzaron a planear la fiesta sorpresa. Buscaron telas coloridas para simular las dunas del desierto, prepararon platos típicos saharauis e incluso aprendieron algunas danzas tradicionales.

Cuando llegó el día de la fiesta sorpresa, todos los niños estaban nerviosos pero felices por ver la sonrisa en el rostro de Amadou. Cuando él entró al salón decorado con tanto cariño, sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción.

"¡Feliz cumpleaños Sahara!", gritaron todos los niños al unísono. Amadou abrazó a cada uno de sus compañeros y les dijo: "Gracias por hacerme sentir como en casa. Ustedes son mi nueva familia".

Desde ese día, Amadou dejó de sentirse solo porque encontró amor y amistad en Solcito. Los días siguieron siendo aventuras llenas de risas y aprendizajes compartidos.

Y así, en esa pequeña escuela de Solcito, los niños aprendieron que no importa de dónde vengas o cómo seas, lo más importante es el amor y la solidaridad que puedes compartir con los demás. Porque cuando se unen corazones de diferentes lugares del mundo, se crea una hermosa sinfonía llena de alegría y amistad. Fin.

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