La Fiesta del Terror



En un pequeño pueblo llamado Cuentilandia, todos los niños esperaban con ansias la noche de Halloween. Sin embargo, en vez de disfrazarse de monstruos y fantasmas, todos se ponían sus mejores trajes de alegría y risas. Mientras tanto, en el bosque cercano, un grupo de criaturas sombrías y tenebrosas se preparaba para dar su propia fiesta de Halloween, una fiesta que nadie en Cuentilandia quería ver.

Una noche, mientras los niños decoraban el parque para la Fiesta de la Alegría, esos monstruos decidieron que era hora de mostrarles a todos lo que era realmente el terror. El líder de los monstruos, el Gran Cabezón, dijo: -¡Hoy vamos a enseñarle a toda Cuentilandia que el terror puede ser divertido! -.

Los niños, al escuchar sobre los planes del Gran Cabezón, se preocuparon. No querían que su noche de alegría se convirtiera en una pesadilla. -¡No podemos dejar que arruinen nuestra fiesta! -, gritó Lila, una niña con una imaginación desbordante.

-¡Sí! Esto no puede suceder! - añadió Julián, el mejor amigo de Lila. -¡Tenemos que mostrarles que la alegría también puede ser aterradora! -.

Así que decidieron hacer un plan: invitar a los monstruos a su fiesta, pero con una giros inesperados. Prepararon un escenario en el parque y enviaron una invitación al Gran Cabezón. Cuando los monstruos llegaron, todo estaba decorado con luces brillantes y sonrisas. El Gran Cabezón miró a su alrededor con desconfianza: -¿Esto es una trampa? ¿Dónde están los gritos de miedo? -

Lila se acercó lentamente: -No, Gran Cabezón. No hay trampa. Queremos que nos muestres tu forma de hacer terror y que nosotros te enseñemos a divertirte! . -¿De verdad? -, preguntó el monstruo, intrigado.

Los niños comenzaron a contar historias de miedo, pero con un toque divertido. -En una noche oscura, un fantasma se volvió amigo de un ratón...- empezó Lila. Todos rieron y hasta el Gran Cabezón no pudo evitar sonreír. Julián luego se unió: -¡Y entonces el ratón le enseñó al fantasma a bailar! -.

Poco a poco, los monstruos se unieron a la diversión. El Gran Cabezón, que al principio estaba receloso, comenzó a moverse al ritmo de la música, su gran tamaño no le impidió mover un pie. -Esto es más divertido de lo que pensé! -, admitió.

La noche comenzó a cambiar. Los niños y los monstruos compartieron juegos, cuentan historias y hasta se lanzaron caramelos. Lila observó cómo el Gran Cabezón se transformaba. Ya no era solo un monstruo, se estaba convirtiendo en un amigo.

Hacia el final de la noche, todos estaban cansados pero felices. -¡Gracias por enseñarnos que el terror puede ser divertido! - dijo el Gran Cabezón.

- ¡Y gracias a ustedes por mostrarnos que podemos ser amigos, aunque seamos diferentes! -, respondió Julián.

Desde ese día, la Fiesta del Terror se transformó en una celebración de alegría y amistad. Cuentilandia aprendió que no hay nada de malo en ser diferente y que siempre podemos encontrar un camino hacia la diversión, incluso en medio de lo desconocido.

FIN.

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