La Fiesta del Terror



Eran cinco amigos inseparables: Leo, Mica, Tato, Sofía y Juli. Siempre habían sido conocidos por sus travesuras y su falta de respeto por las reglas. Una noche, recibieron una invitación para una fiesta especial que prometía ser inolvidable. La única condición era que debía comenzar a las 12:30 de la noche, justo cuando la luna estaba en su punto más alto.

"¿Una fiesta de terror? Suena genial" - dijo Leo, con una sonrisa desafiante.

"¿No les da miedo?" - preguntó Sofía, un poco más cautelosa.

"Nah, no le tememos a nada" - respondió Tato, lanzando un guiño.

"Perfecto, entonces vamos a divertirnos" - dijo Mica, entusiasmada.

Los cinco se arreglaron y se dirigieron hacia la dirección que les habían dado: una vieja casa en las afueras del pueblo, que se decía estaba embrujada. Al llegar, la casa lucía sombría, con ventanas cubiertas de tela de araña y puertas chirriantes. Cuando cruzaron el umbral, fueron recibidos por un grupo de personas disfrazadas con maquillaje espeluznante.

"¿Listos para la fiesta?" - gritó uno de los anfitriones, eligiendo a los cinco como el centro de atención.

Mientras la música retumbaba, todos bailaban y reían, pero a medida que la noche avanzaba, las luces parpadeaban y una atmósfera inquietante se apoderó del lugar. De repente, la música se detuvo y todos los invitados quedaron en silencio.

"¿Alguien más sintió eso?" - preguntó Juli, asustado.

"Es solo una broma" - dijo Mica, tratando de mostrar valentía. Pero su voz temblaba un poco.

Entonces, las luces se apagaron por completo y un grito resonó en el aire. Cuando las luces volvieron a encenderse, descubrieron que Tato había desaparecido.

"¿Dónde está Tato?" - preguntó Sofía, con la voz llena de preocupación.

"Seguramente se fue a asustar a alguien" - dijo Leo, tratando de mantener la calma.

Sin embargo, la risa pronto se convirtió en ansiedad cuando notaron que Tato no regresaba. Decidieron salir a buscarlo, pero a medida que exploraban la casa, comenzaron a sentir que algo los observaba. Las sombras se movían y los ecos de risas se transformaron en susurros siniestros.

"Esto no me gusta nada, debemos irnos" - dijo Sofía, con una mirada nerviosa.

"Es solo una broma, ¿no?" - insistió Mica, aunque también comenzó a dudar.

Mientras buscaban a Tato, encontraron una puerta cerrada en el fondo del pasillo, con un mensaje garabateado en la madera: 'No entres'.

"Seguro que Tato está adentro" - comentó Juli, empujando la puerta.

Pero cuando lograron abrirla, descubrieron un cuarto vacío, lleno de viejos trajes de carnaval y cosas polvorientas, pero sin rastro de Tato.

"¡Esto no tiene gracia!" - gritó Leo, cada vez más inquieto.

Justo en ese momento, se oyó el sonido de una risa lejana, y el grupo decidió seguir el eco. Cuanto más se acercaban, más extraño se volvía el ambiente. Las paredes parecían moverse y el aire se hacía denso, como si estuvieran siendo atrapados.

"No puedo creer que hayamos caído en esto" - reflexionó Mica, visiblemente asustada.

"Esto es real, necesitamos salir" - dijo Sofía, empujando a los demás hacia la salida.

Finalmente, encontraron una ventana por la que lograron escapar, aunque los ecos de la risa y los susurros los siguieron hasta el exterior. Todos estaban exhaustos y asustados, pero aliviados de estar afuera.

"¡¿Y Tato? !" - gritó Leo, dándose cuenta de que su amigo seguía desaparecido.

"¡No lo sé! Solo espero que esté bien" - respondió Sofía, con lágrimas en los ojos.

Decidieron ir a la policía, ya que habían pasado horas desde que se separaron y la situación se volvía cada vez más extraña. Cuando volvieron a la casa con las autoridades, se llevaron una sorpresa. La casa estaba cerrada y parecía que nadie había estado allí en años, todo estaba en silencio.

"No puede ser... ¿Dónde está Tato?" - cuestionó Juli, casi desesperado.

"Quizás... era todo parte de una broma y Tato ya se fue" - sugirió Mica, aunque no parecía convencida.

Los amigos compartieron la historia, pero nadie les creyó. Esa noche, la experiencia se volvió una leyenda entre ellos. Tato nunca volvió, pero cada vez que contaban la historia, los amigos prometieron a sí mismos recordar la importancia de la amistad y de no subestimar nunca lo desconocido. Después de todo, había más en esa noche de fiesta que solo risas y diversión. Ellos aprendieron que a veces, los retos pueden ser más de lo que aparentan y que es mejor no jugar con lo que no conocen.

FIN.

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