La Fiesta Imaginaria de Lila
En un rincón olvidado del barrio, había una casa abandonada que solía ser el hogar de una pequeña niña. Ahora, sus paredes estaban cubiertas de hiedra y la puerta chirriaba al abrirse, pero eso jamás detuvo a Lila, una muñeca de cabello rubio lacio, que siempre soñó con organizar la mejor fiesta de cumpleaños.
Lila, vestida de negro, había decidido que era la hora de hacer su gran celebración. Llevaba un cuchillo de juguete en la mano, ya que su mamá siempre le decía que la cocina no era lugar para jugar, y la mejor manera de sentirse segura era tenerlo siempre a mano, aunque supiera que no debía usarlo.
"¡Hola, mis amigos! ¡Bienvenidos a la gran fiesta!" - exclamó Lila con emoción mientras sus amigos, otros juguetes y muñecos, entraban a la casa. Había globos de papel, serpentinas y una gran mesa decorada con un pastel de cartón.
Justo cuando todos comenzaban a divertirse, de repente, un estruendo interrumpió la fiesta. La puerta crujió y un grupo de adultos entró, sorprendidos al ver a una muñeca organizando una fiesta en un lugar tan extraño.
"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó una señora con una mirada confundida.
Lila titubeó al principio. La sangre pintada en su cara, que había pensado que era arte divertido, ahora la hacía ver un poco inquietante.
"E-eh, esto es solo una fiesta de cumpleaños..." - balbuceó, sintiendo un cosquilleo de nervios en su barriguita.
Los adultos comenzaron a murmurar entre ellos, pero una niña del grupo se acercó a Lila. Era Clara, quien había escuchado las risas desde la calle y no pudo contener su curiosidad.
"Hola, soy Clara. ¡Me encanta tu fiesta!" - dijo sonriendo. "Esa sangre... ¿es pintura?"
Lila asintió, sintiendo como su salvación se aproximaba.
"Sí, es pintura para hacerla más divertida, pero quizás no fue la mejor idea. Pues ahora parece un poco... escalofriante. Pero también tenemos pastel y juegos." - explicó Lila, mientras levantaba orgullosa su cuchillo de juguete, demostrando que solo era eso, un juguete.
Los adultos comenzaron a relajarse cuando vieron que la fiesta no era aterradora. Clara, emocionada, miró a sus padres y les dijo:
"¡Vengan, vamos a jugar!"
Así, en un giro inesperado, los adultos se unieron a la fiesta. Pasaron de estar preocupados a sentarse junto a los juguetes, jugando juegos, riendo y disfrutando del colorido pastel de cartón que Clara y Lila compartieron con todos.
Lila, que al principio había tenido miedo de ser juzgada, se dio cuenta de que la creatividad no tenía límites y que, a veces, ser diferente era lo que se necesitaba para encender la diversión. Al final de la fiesta, todos se sintieron felices y agradecidos por la oportunidad de reír juntos.
"¡Gracias, Lila! Eres la mejor organizadora de fiestas de todas!" - exclamó Clara, mientras con sus amigos miraban a la muñeca con admiración.
Desde aquel día, la casa abandonada no volvió a ser solo un lugar olvidado, sino un espacio donde la creatividad y la amistad florecieron, todo gracias a la valiente muñeca que no tuvo miedo de ser diferente y de invitar a todos a su entrañable y peculiar celebración.
FIN.