La fiesta playera de César
César era un niño muy alegre y travieso que vivía cerca de la playa. Le encantaba el verano, sentir la arena bajo sus pies, jugar en el mar y construir castillos de arena con sus amigos.
Todos los días corría hacia la costa con una sonrisa en el rostro, listo para disfrutar al máximo. Pero un día, mientras jugaba en el agua fresca del mar, César comenzó a sentirse mal.
Tenía escalofríos y su garganta le dolía cada vez que tragaba saliva. A pesar de eso, no quería irse a casa; estaba disfrutando tanto que ignoró las señales de su cuerpo. Al caer la tarde, César regresó a casa temblando y con fiebre alta.
Su mamá lo miró preocupada y le dijo: "Cesitar, creo que te has resfriado por estar tanto tiempo mojado en la playa".
César se sintió triste al escuchar esas palabras porque significaba que tendría que quedarse en casa descansando en lugar de jugar afuera. "Pero mamá, ¿cómo voy a divertirme si no puedo ir a la playa?", preguntó César con voz débil.
"Tranquilo mi amor, primero tienes que cuidarte para ponerte bien", respondió su mamá mientras le daba un vaso con agua caliente y limón. Los días pasaron y César se sentía cada vez mejor gracias a los cuidados de su mamá. Sin embargo, seguía sintiendo nostalgia por no poder disfrutar del verano como solía hacerlo.
Fue entonces cuando su mamá tuvo una idea brillante: organizar una fiesta playera en casa para levantarle el ánimo a César. Prepararon limonada fresca, hicieron sándwiches de jamón y queso, inflaron globos coloridos e incluso pusieron música tropical para ambientar.
Cuando todo estuvo listo, llamaron a los amigos de César quienes llegaron emocionados con sus trajes de baño puestos. "¡Wow! ¡Esto es genial!", exclamó César sorprendido al ver la decoración playera en su jardín.
"¡Feliz cumpleaños adelantado Cesitar! ¡Esperamos que te diviertas mucho!", gritaron sus amigos mientras corrían hacia la piscina inflable armada especialmente para la ocasión. César se sumergió entre risas y juegos junto a sus amigos olvidando por completo que estaba enfermo.
La felicidad invadió su corazón al darse cuenta de cuánto cariño recibía de quienes lo rodeaban.
Se dio cuenta de que aunque no pudiera ir físicamente a la playa siempre habría formas creativas e increíbles como esa fiesta improvisada para seguir disfrutando del verano. Al finalizar el día, cansados pero felices, todos se despidieron prometiendo repetir esa divertida experiencia pronto.
César se acostó esa noche con una sonrisa dibujada en su rostro y el corazón lleno de gratitud por tener amigos tan maravillosos y una familia amorosa que siempre estarían allí para él sin importar las circunstancias. A partir de ese día comprendió lo importante que era cuidarse y escuchar las necesidades reales de su cuerpo antes de sobreexigirse.
Aprendió también que aunque las cosas no salgan como uno espera siempre hay alternativas creativas esperando ser descubiertas si se mantiene una actitud positiva ante cualquier situación adversa.
FIN.