La final de la amistad futbolera



Había una vez en un país lejano donde se celebraba la gran final del mundial de fútbol. En el estadio, Argentina se enfrentaba a Portugal en un emocionante partido liderado por Messi y Cristiano Ronaldo.

Ángela era una niña muy especial, ya que era fanática tanto de Messi como de Cristiano Ronaldo.

No podía decidir qué equipo quería que ganara, ¡le gustaban los dos por igual! Por eso, decidió ir al estadio con su tío Rubén para disfrutar del espectáculo. El ambiente en el estadio era increíble, con miles de personas animando a sus equipos favoritos. Ángela estaba emocionada por ver jugar a sus ídolos en vivo y en directo.

Mientras observaba el partido desde las gradas, no podía dejar de gritar y aplaudir cada jugada. De repente, en medio del partido, Ángela vio la oportunidad perfecta para acercarse al campo y pedirles autógrafos a Messi y Cristiano Ronaldo.

Sin pensarlo dos veces, saltó la valla y corrió hacia el terreno de juego. -¡Messi! ¡Cristiano! ¡Por favor, una foto! -gritaba emocionada Ángela mientras los jugadores la veían sorprendidos. En ese momento, su tío Rubén también saltó la valla y sacó un aguacate de su bolso.

Sí, un aguacate. Todos se quedaron perplejos ante esta extraña situación. -¿Qué haces con un aguacate en pleno partido? -preguntó Messi divertido. Rubén explicó que siempre llevaba consigo un aguacate como símbolo de buena suerte.

Y justo cuando parecía que todo iba a salir mal, ocurrió algo inesperado: Messi tomó el aguacate y lo lanzó hacia Cristiano Ronaldo como si fuera un balón. -Cristiano, demuéstrame tu destreza con este "balón" tan peculiar -dijo Messi entre risas.

Todos estallaron en carcajadas mientras Cristiano hacía malabares con el aguacate demostrando su habilidad única. Fue un momento mágico e inolvidable para Ángela y todos los presentes en el estadio.

Al final del día, Argentina ganó el partido gracias a un gol épico de Messi que dejó a todos boquiabiertos.

A pesar de la rivalidad deportiva entre ambos equipos, Messi y Cristiano se abrazaron al final del encuentro demostrando que más allá de la competencia siempre existía respeto y admiración mutua. Ángela aprendió una valiosa lección aquel día: no importa quién gane o pierda en el deporte; lo importante es disfrutar del juego limpio, la amistad y la pasión por lo que nos gusta hacer.

Y así fue como aquella final del mundial se convirtió en una experiencia única e inspiradora para ella y su tío Rubén.

FIN.

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