La Final de la Champions en el Parque



Era una calurosa tarde de domingo en el barrio de La Boca, y Santi y Mateo, dos mejores amigos, se preparaban para jugar un partido de fútbol en el parque. Al ser fanáticos del fútbol, esta vez decidieron que jugarían su propia final de la Champions League. Santi se puso la camiseta del FC Barcelona, mientras que Mateo eligió la del Real Madrid.

"Hoy va a ser un partidazo, ¡te voy a ganar!" - dijo Santi mientras se ataba los cordones de sus zapatillas.

"No tan rápido, amigo, ¡el Madrid nunca se rinde!" - contestó Mateo con una sonrisa desafiante.

Ambos estaban tan emocionados que no podían esperar más para comenzar. Se hicieron un —"sorteo"  de quien sería el árbitro, y así, con una pelota un poco desinflada pero muy amada, comenzaron el juego.

El sol brillaba y el parque estaba lleno de niños jugando, pero Santi y Mateo solo tenían ojos para la pelota. El partido comenzó con mucha intensidad. Santi, ágil como un gato, driblaba a Mateo con destreza.

"¡Mirá cómo corro! ¡Soy como Messi!" - exclamó Santi mientras se alejaba con la pelota.

"No te creas tanto. ¡Yo soy el nuevo Cristiano!" - gritó Mateo, persiguiéndolo con todas sus fuerzas.

No obstante, lo que parecía ser una tarde decidida a favor de Santi, cambió de repente cuando Mateo hizo una jugada genial.

"¡Gol!" - gritó Mateo mientras la pelota entraba en la red improvisada que habían hecho con unas mochilas.

"¡No puede ser!" - respondió Santi, sorprendido por la destreza de su amigo. "¡El juego recién comienza!"

Mateo se sentía increíblemente emocionado, pero Santi rápidamente se repuso. Concentrándose, comenzó a organizar su equipo. Se detuvo un momento, puso su mano en la cintura y dijo:

"Recordá, Mateo, solo estamos jugando para divertirnos. La competencia está buena, pero lo más importante es disfrutar juntos".

Mateo asintió, entendiendo el valor de la amistad más allá de ganar o perder. Fue entonces que el juego se tornó más emocionante, con cada uno dando lo mejor de sí. Con el tiempo, marcaron goles uno tras otro; uno de los goles de Santi fue espectacular.

"¡Esa fue una gran jugada, Santi!" - reconoció Mateo, aunque un poco decepcionado porque el marcador estaba 2-1 a favor de Santi.

Faltaban pocos minutos para que el partida terminara, y Mateo decidió hacer un último esfuerzo. El sudor le caía por la frente mientras corría hacia la portería de Santi. Con un potente remate, la pelota voló con rumbo a la meta.

"¡No!" - gritó Santi, estirando sus manos. Pero fue demasiado tarde. La pelota entró y el marcador se volvió 2-2. Ambos amigos se abrazaron en un instante de alegría.

"Este fue el mejor partido de la historia" - dijo Mateo, sonriendo.

"Sí, pero hay que resolverlo. ¡Vamos a los penales!" - propuso Santi con emoción.

Los penales fueron el gran final. Uno a uno, los chicos marcaron goles, hasta que llegó la ronda decisiva. Santi tomó la pelota y se preparó, concentrándose en el tiro.

"¡Hoy es el día!" - se decía a sí mismo. Y con un fuerte golpe, la bola se fue directo a la red. El marcador ahora decía 3-2.

"Solo me queda un penal, ¡y tengo que hacer el gol!" - pensó Mateo con nervio. Se colocó frente a la pelota mientras Santi se preparaba para el único tiro que podría llevarlo a la victoria.

Mateo corrió y pateó, casi con el mismo ímpetu que lo hacía en los partidos que veía por televisión. La pelota fue hacia la esquina inferior derecha, pero Santi, sorprendentemente, hizo un salto espectacular y logró detenerla.

"¡Sí! ¡Lo logré!" - exclamó Santi, mientras abrazaba a su amigo.

Pese a la derrota, Mateo no se sintió mal.

"Lo importante fue que jugamos juntos. ¡Y que hicimos el mejor partido de todos!" - dijo, riendo.

Así, los dos amigos continuaron jugando hasta que el sol se escondió. Al final del día, no contaban más que anécdotas de esa gran final improvisada. La victoria no importaba tanto como haber compartido esos momentos. Esa tarde aprendieron que el verdadero triunfo estaba en la amistad.

Ambos se fueron a casa cansados pero felices, prometiendo repetir el partido de nuevo con sus amigos en el futuro. Para Santi y Mateo, el fútbol no solo era un deporte, sino una manera de compartir risas, aprender y crecer juntos.

FIN.

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