La flor de la resistencia


En lo más profundo de la selva mexicana vivía Xóchitl, una niña indígena llena de alegría y sabiduría ancestral. Un día, su familia decidió mudarse a la gran ciudad en busca de nuevas oportunidades.

Al llegar a la ciudad, Xóchitl se maravillaba con los altos edificios y el bullicio de las calles.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que era diferente a los demás niños: su piel morena, su cabello oscuro y sus vestimentas tradicionales la hacían sobresalir. Desde el primer día en su nueva escuela, Xóchitl fue objeto de burlas y miradas despectivas por parte de sus compañeros. La llamaban —"india" , "selvática" y otros insultos que le rompían el corazón.

Un día, durante el recreo, un grupo de niños se acercó a ella con malicia en los ojos. -¿Qué hace esta indígena aquí? Deberías volver a tu selva donde perteneces -dijeron entre risas.

Xóchitl sintió un nudo en la garganta y las lágrimas asomaron en sus ojos. Corrió hacia un rincón del patio, buscando refugio en su soledad. Fue entonces cuando escuchó una voz amable que le dijo: -No estás sola, Xóchitl.

Era Luna, una niña curiosa y valiente que había presenciado toda la escena. Luna le tendió la mano a Xóchitl y juntas comenzaron una hermosa amistad.

Luna no solo defendía a Xóchitl de las burlas, sino que también se interesaba por aprender sobre la cultura indígena y las tradiciones de su nueva amiga. Con el tiempo, más niños se unieron a Xóchitl y Luna, formando un grupo diverso donde cada uno era aceptado tal como era.

Juntos aprendieron sobre respeto, tolerancia y valorar la riqueza cultural que cada uno aportaba. Un día, durante una feria escolar, Xochitl propuso organizar un stand donde mostrarían las artesanías indígenas hechas por su familia. La idea fue recibida con entusiasmo por todos los estudiantes y profesores.

La feria fue todo un éxito y muchas personas se acercaron al stand de Xochitl para admirar las coloridas artesanías y escuchar las historias detrás de cada pieza. La madre de Luna incluso les enseñó a bailar danzas tradicionales mexicanas.

Al final del día, entre risas y abrazos sinceros, Xochitl comprendió que ser diferente no era algo malo; al contrario ¡era motivo de orgullo! Su cultura indígena era parte fundamental de quién era ella.

A partir de ese momento, Xochitl caminaba con la cabeza en alto sabiendo que tenía amigos verdaderos que la apoyaban incondicionalmente sin importar sus raíces. Y así demostraba al mundo entero que el amor siempre vence a la discriminación.

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