La Flor de la Tortuga
Había una vez en un bosque encantado, un jardín muy especial llamado La Tortuga Regalona.
En este jardín vivían plantas, flores y árboles de todo tipo, pero lo más asombroso era que cada uno de ellos estaba protegido por el gran corazón de La Tortuga Regalona. Un día, una pequeña semilla llamada Margarita llegó al jardín. Estaba asustada y se sentía sola. No sabía si podría crecer y florecer en ese lugar desconocido.
Pero al acercarse a La Tortuga Regalona, sintió su cálido abrazo protector y supo que allí estaría segura. "¡Hola, soy Margarita! ¿Puedo quedarme en tu jardín?" -preguntó la semilla con timidez.
La Tortuga Regalona sonrió con cariño y respondió: "Por supuesto, querida Margarita. En mi jardín siempre hay lugar para aquellos que buscan crecer y prosperar. "Con el paso de los días, Margarita comenzó a crecer gracias al cuidado amoroso de La Tortuga Regalona.
Pronto se convirtió en una hermosa flor blanca que iluminaba todo el jardín con su belleza y fragancia. Los demás habitantes del jardín se maravillaban al verla y le agradecían a La Tortuga Regalona por protegerla. Un día, una tormenta azotó el bosque con fuerza.
El viento soplaba con violencia y la lluvia caía sin piedad sobre el frágil jardín.
Las plantas temblaban de miedo ante la furia de la naturaleza, pero La Tortuga Regalona las rodeó con su caparazón gigante y las mantuvo a salvo. "¡No tengan miedo! ¡Estoy aquí para protegerlas!" -exclamó La Tortuga Regalona mientras resistía imperturbable la tormenta. Finalmente, la tormenta pasó y el sol volvió a brillar en el cielo.
El jardín estaba indemne gracias al valiente acto de protección de La Tortuga Regalona. Todos los habitantes del bosque lo celebraron con alegría y gratitud.
Desde ese día, el nombre de La Tortuga Regalona se hizo famoso en todo el bosque como símbolo de amor incondicional y protección desinteresada hacia los seres vivos que habitaban en él.
Y así, bajo la sombra generosa del gran corazón de La Tortuga Regalona, todos los seres del bosque aprendieron que el verdadero amor consiste en dar sin esperar nada a cambio; en cuidar y proteger a quienes más lo necesitan, como hace una tortuga regordeta con su caparazón tan grande... tan grande como es su noble corazón.
FIN.