La flor encantada


Había una vez una niña llamada Alma que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos llenos de flores. Alma era una niña muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras ayudaba a su mamá en el jardín, Alma encontró una extraña flor con pétalos brillantes y colores vibrantes. Sin pensarlo dos veces, decidió llevársela a casa para mostrarles a sus padres.

Al llegar a casa, Alma colocó la flor en un jarrón y se fue a dormir. Pero lo que ella no sabía es que esa flor tenía poderes mágicos especiales: podía hacer que las estaciones del año cambiaran con solo tocarla.

Esa noche, mientras Alma dormía plácidamente, la flor comenzó a emitir un brillo suave y misterioso. En ese preciso momento, la primavera llegó al pueblo. Alma despertó temprano por la mañana y salió corriendo hacia el jardín.

Para su sorpresa, los árboles estaban llenos de hojas verdes y flores de todos los colores adornaban cada rincón del lugar. "-¡Papá! ¡Mamá! ¡Despierten! La primavera ha llegado!", exclamó emocionada Alma.

Sus padres se levantaron rápidamente y también quedaron maravillados al ver el espectacular cambio que había ocurrido durante la noche. Juntos disfrutaron de un día lleno de risas y juegos bajo el sol primaveral. Pero lo más increíble estaba por venir.

Esa misma noche, cuando Alma volvió a dormir, la flor volvió a brillar y la estación cambió una vez más. Esta vez, el invierno se adueñó del pueblo. Alma despertó en medio de una mañana fría y nevada.

Todo el paisaje estaba cubierto de un manto blanco y los copos de nieve caían suavemente del cielo. "-¡Papá! ¡Mamá! ¡Miren cómo ha cambiado todo!", exclamó Alma emocionada.

Sus padres salieron corriendo hacia ella y juntos construyeron un muñeco de nieve, se deslizaron por las colinas con trineos improvisados y disfrutaron de tazas calientes de chocolate caliente al lado de la chimenea. La magia continuó durante varias noches más. Cada vez que Alma dormía, la flor mágica cambiaba la estación del año en el pueblo.

Y así, Alma vivió aventuras increíbles en cada temporada: descubrió nuevas flores en primavera, nadó en ríos frescos durante el verano, recolectó hojas secas en otoño y patinó sobre hielo en invierno.

Con cada cambio de estación, Alma aprendió valiosas lecciones sobre la importancia de adaptarse a los cambios y apreciar las maravillas que cada temporada tenía para ofrecerle. Un día, mientras jugaba entre las flores del jardín con sus padres, Alma encontró otra flor mágica igual a la primera.

Sin pensarlo dos veces, decidió plantarla junto a su amiga especial. Desde ese momento, Alma supo que siempre tendría una conexión especial con la naturaleza y que nunca dejaría de explorar y disfrutar de las maravillas que el mundo le ofrecía.

Y así, Alma vivió feliz, rodeada de la magia de las estaciones del año y compartiendo su amor por la naturaleza con todos los que la rodeaban.

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