La Flor Mágica de Bartolo y Benito
Había una vez un burro llamado Bartolo que vivía en una granja en el campo. Era un burro muy amable y cariñoso, pero también muy curioso. Tenía un hijo llamado Benito, quien era aún más curioso que él.
Un día soleado, mientras paseaban por el campo, Bartolo y Benito encontraron una hermosa flor de colores brillantes. La flor era tan bonita que parecía sacada de un cuento de hadas.
"¡Mira papá!", exclamó Benito emocionado, "¿qué te parece esta maravillosa flor?"Bartolo miró la flor con asombro y respondió: "Es verdad, hijito. Nunca había visto una flor tan hermosa como esta". Los dos burros se acercaron a la flor y comenzaron a jugar con ella.
Saltaban alrededor de ella y hacían piruetas para ver quién podía tocarla sin lastimarla. Pero justo cuando estaban disfrutando del juego, apareció el granjero Juancho. Tenía una expresión enfadada en su rostro.
"¿Qué están haciendo ustedes dos?", preguntó Juancho con voz severa. Bartolo tartamudeó nerviosamente: "Lo siento señor Juancho... solo estábamos jugando con esta linda flor". El granjero frunció el ceño y les explicó: "Esta no es cualquier flor, amigos míos.
Es una planta muy especial llamada Flor Mágica". Los ojos de Bartolo y Benito se iluminaron al escuchar eso. "¡Flor Mágica! ¿De verdad?", exclamaron los burros emocionados al unísono. "Así es", respondió el granjero.
"Dicen que esta flor tiene poderes especiales y puede conceder deseos a aquellos que la tratan con respeto". Bartolo y Benito se miraron, llenos de emoción. Ambos sabían que tenían una oportunidad única en sus manos.
El granjero les advirtió: "Pero recuerden, amigos burros, deben ser cuidadosos al hacer un deseo. Los deseos egoístas o malintencionados pueden tener consecuencias no deseadas". Los dos burros asintieron solemnemente y prometieron ser conscientes de sus deseos.
Decidieron llevar la Flor Mágica a su casa para protegerla y estudiarla más de cerca. Durante días, investigaron todo sobre ella mientras cuidaban cada uno de los pétalos delicados. Finalmente, Bartolo decidió hacer su deseo primero.
"Flor Mágica", dijo Bartolo con voz firme pero amable, "deseo que todos los animales del mundo tengan suficiente comida y agua para vivir felices". La flor brilló intensamente por un momento y luego volvió a la normalidad. Bartolo sonrió satisfecho con su deseo. Luego llegó el turno de Benito.
Pensó profundamente antes de decir su deseo:"Flor Mágica", dijo Benito con voz clara, "deseo que todos los niños del mundo tengan acceso a una educación de calidad". Nuevamente, la flor brilló intensamente antes de volver a su estado original.
Benito estaba emocionado por haber hecho un buen deseo también. Los días pasaron y ambos burros siguieron cuidando de la Flor Mágica. Pero un día, mientras jugaban cerca de ella, Bartolo tropezó y sin querer arrancó uno de los pétalos.
Bartolo estaba aterrorizado por lo que había hecho y comenzó a llorar. Benito se acercó rápidamente para consolarlo. "No llores papá", dijo Benito con ternura, "todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos".
Bartolo se calmó poco a poco y miró a su hijo con gratitud. "Tienes razón, Benito", respondió Bartolo entre sollozos. "A veces cometemos errores sin darnos cuenta. Lo importante es seguir adelante y hacer todo lo posible para enmendarlos".
Ambos burros aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de la responsabilidad y el perdón. Con el tiempo, la Flor Mágica creció fuerte y hermosa nuevamente, con sus pétalos intactos. Bartolo y Benito continuaron cuidándola con amor y respeto, recordando siempre las lecciones que habían aprendido.
Y así fue como los dos burros descubrieron que incluso en los momentos más simples e inesperados podemos encontrar magia si sabemos valorar lo que tenemos y actuar con bondad hacia los demás.
FIN.