La florista y el perrito salvador


En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía Mayerli, una niña de apenas 8 años que se ganaba la vida vendiendo flores en las calles.

A pesar de su corta edad, Mayerli era valiente y decidida, siempre con una sonrisa en el rostro a pesar de las dificultades que enfrentaba a diario. Un día, mientras caminaba por las calles empedradas del pueblo, Mayerli escuchó unos sollozos provenientes de un callejón.

Sin dudarlo, se acercó para ver qué sucedía y descubrió a un perrito abandonado y herido. El animalito temblaba de frío y tenía hambre. Mayerli no lo pensó dos veces y decidió llevar al perrito a su humilde hogar.

Con cuidado, lo limpió, le dio agua y comida, y lo arropó con una manta para que pudiera dormir tranquilo. Desde ese día, el perrito, al que llamaron —"Chispa" , se convirtió en el fiel compañero de Mayerli.

"¡Gracias por salvarme!", dijo Chispa moviendo la cola feliz. "No hay de qué, amigo", respondió Mayerli con cariño. "Todos merecen una segunda oportunidad". Los días pasaban y la noticia sobre la valentía de Mayerli se esparció por todo el pueblo.

La gente comenzó a comprar más flores a la niña de las calles e incluso algunos vecinos le ofrecieron ayuda para que pudiera ir a la escuela. Poco a poco, la vida de Mayerli empezó a cambiar.

Ya no solo vendía flores en las calles; también ayudaba en tareas sencillas en algunas casas del pueblo y recibía clases particulares por las tardes. Un año después de rescatar a Chispa, el alcalde del pueblo organizó un evento especial para reconocer la nobleza y valentía de Mayerli.

En medio de aplausos y felicitaciones, le entregaron una beca escolar completa para que pudiera estudiar sin preocupaciones. "¡Felicidades! Eres un ejemplo para todos nosotros", dijo el alcalde emocionado.

Mayerli estaba radiante de felicidad; nunca imaginó que algo así podría pasarle. Ahora tenía un hogar lleno de amor junto a Chispa, amigos nuevos en la escuela y grandes sueños por cumplir.

Desde aquel día, Mayerli siguió esforzándose cada vez más en sus estudios y logró convertirse en una gran veterinaria. Siempre recordaba sus inicios como la niña de las calles con cariño y gratitud hacia quienes le tendieron una mano cuando más lo necesitaba.

Y así fue como Mayerli demostró que con coraje, bondad y determinación se pueden superar cualquier obstáculo en la vida.

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