La fortaleza de la amistad



Había una vez dos hermanas llamadas Emma y Juana. Eran muy unidas y siempre disfrutaban de jugar juntas en su casa. Un día, mientras sus padres estaban ocupados, decidieron hacer algo especial para divertirse aún más.

Emma tenía la idea de construir una fortaleza con todas las sábanas y almohadas que encontraran en la casa. Juana estaba emocionada por la idea y rápidamente se pusieron manos a la obra.

Las hermanas buscaron por toda la casa hasta encontrar todo lo que necesitaban. Emma tomó las sábanas y Juana recogió todas las almohadas que pudo encontrar. Juntas, comenzaron a construir su increíble fortaleza en el salón. "¡Mira, Emma! Nuestra fortaleza está tomando forma", exclamó Juana emocionada.

"Sí, Juana, pero creo que necesitamos algo más para hacerla aún mejor", respondió Emma pensativa. Las hermanas buscaron entre los juguetes hasta encontrar una caja llena de pinturas y pinceles.

Decidieron decorar su fortaleza con colores brillantes y dibujos divertidos. Mientras trabajaban en su proyecto artístico, escucharon un ruido extraño proveniente del sótano. Curiosas como eran, dejaron todo lo demás atrás e investigaron el origen del sonido.

Bajaron lentamente las escaleras hacia el oscuro sótano cuando vieron algo inesperado: ¡un cachorro perdido! El pequeño perro parecía asustado y solitario. "¡Pobrecito! Debe estar buscando a su familia", dijo Emma preocupada. Sin dudarlo, las hermanas decidieron ayudar al cachorro.

Lo llevaron a la cocina y le dieron agua y comida. "¿Qué hacemos ahora, Emma?", preguntó Juana con ternura en sus ojos. Emma sonrió y dijo: "Vamos a buscar pistas sobre su dueño".

Juntas, comenzaron a buscar en el collar del cachorro y encontraron una pequeña etiqueta con un número de teléfono. Las hermanas llamaron al número y descubrieron que el cachorro se llamaba Max. Su familia estaba muy preocupada por él y les agradecieron por haberlo encontrado.

"¡Max volverá con su familia pronto!", exclamó Juana felizmente. Mientras esperaban que llegaran los dueños de Max, las hermanas se dieron cuenta de algo maravilloso: habían hecho una buena acción ayudando a un animalito necesitado.

Desde ese día, Emma y Juana tomaron la decisión de seguir ayudando a otros animales perdidos. Se unieron a un refugio local para perros y gatos, donde dedicaban su tiempo libre cuidando de ellos hasta que encontraran nuevos hogares amorosos.

Así fue como Emma y Juana aprendieron el valor de la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de ayudar a quienes más lo necesitan. A partir de ese momento, cada vez que jugaban juntas en casa, recordaban esa maravillosa experiencia que cambió sus vidas para siempre.

FIN.

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